Resulta irónico el hecho de que el país que dio el impulso más importante en las últimas negociaciones de París sea el que se retira ahora de la dura carrera de fondo contra el cambio climático. De todas formas, que EE.UU., el segundo emisor de gases de efecto invernadero del mundo, decida abandonar la causa, no es una sorpresa. Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se prevía que éste tomase la decisión de abandonar el Acuerdo de París.

La relaciones económicas de Estados Unidos

Es algo inevitable que las relaciones económicas de EE.UU.

se vean dañadas a largo plazo, ya que la inmensa mayoría de países del mundo avanzan hacia las nuevas tecnologías y las energías limpias, por lo que siento decirle, Mr.Trump, que el futuro no está en el carbón.

Además, analizando la cuestión en términos de poder blando y liderazgo internacional, EE.UU. deja un vacío de poder, abriendo las puertas a un nuevo líder en la cuestión clímatica, señalando todas las apuestas a que será China la que asuma ese nuevo papel dentro del orden internacional, potenciando así, de manera un tanto oportunista, su influencia en las realciones internacionales.

EE.UU. se convierte en el tercer país del mundo en abandonar el acuerdo, junto con Siria y Nicaragua, y se preguntarán: "¿Podría existir entonces una especie de efecto domino?

Mi respuesta es no, ya que los principales emisores del mundo como la India, China o Rusia están fuertemente comprometidos con el pacto. Por si esto no fuera suficiente, debemos reconocer que el eje EE.UU.- Siria-Nicaragua no es muy atractivo para el resto de países firmantes de París.

Donald Trump no quiere financiar más la lucha contra el cambio climático

Donald Trump aboga por la retirada debido a que desea poner fin a toda la financiación climática que lleva realizando EE.UU. a lo largo de los últimos años, en torno a unos 3.000 millones de dólares. Además, hemos escuchado a Trump decir que abandonar el Acuerdo de París salvará puestos de trabajo y servirá para ahorrar impuestos a los contribuyentes, un escenario poco realista ya que existen casi el doble de personas dedicadas a los sectores de la energía solar y eólica que al del carbón.

Hay alrededor de tres millones de empleos en el sector de tecnologías limpias de Estados Unidos, en comparación con sólo un par de cientos de miles en el sector del carbón, y el sector de tecnología limpia está creciendo a 12 veces la velocidad del resto de la economía. Por lo tanto, no tiene mucho sentido estar obstaculizando las áreas de rápido crecimiento y alto empleo en favor de las áreas de bajo crecimiento y bajo empleo.

Se habla tambien de que Donald Trump podría intentar renegociar los términos del acuerdo en lugar de retirarse para siempre. Bajo mi punto de vista, no entiendo qué hay que renegociar: el acuerdo desde un principio era beneficioso para EE.UU., el cual pudo fijar sus propios objetivos.

Además, supondría una pérdida de tiempo para Europa centrarse en reintegrar a EE.UU. en vez de luchar por conseguir los propósitos acordados.

Trump dice que invertir en energías renovables no suma, pero los costos económicos de la tecnología con bajas emisiones de carbono han caído precipitadamente en los últimos 10 años. El coste de la energía renovable ha disminuido enormemente: el coste de la energía solar fotovoltaica ha disminuido en un 80 por ciento en los últimos cinco años, y la energía eólica también se está volviendo mucho más barata. De hecho, mirando las cifras, realmente comienzo a cuestionar si tiene sentido seguir invirtiendo en combustibles fósiles y energía nuclear.

Parece que hemos perdido al Donald Trump de la Cumbre de Copenhague de 2009, el cual instaba a Obama a defender “medidas significativas y efectivas para combatir el cambio climático”, y encontramos en 2017 a un líder político corrompido con un mecanismo similar al de una bomba de relojería. Con esta decisión, el mundo pierde un importante empujón para poner fin al cambio climático.