Las personas que estamos al corriente de las noticias políticas de la actualidad no podemos más que sentir vergüenza, frustración e indignación debido a que hemos descubierto en que vertedero de corrupción estábamos viviendo, y lo peor de todo es que tenemos la absoluta certeza de que todo lo que sabemos no es más que la punta del iceberg.

Aún más flagrante es el hecho de saber que hemos estado en esta situación durante mucho tiempo, desde los albores de la democracia española, y según vamos atando cabos se muestra más clara la evidencia de que la corrupción no es algo casual, ni la suma de muchos “casos aislados”, sino algo orquestado como tal, es decir, un plan preconcebido desde las élites económicas y políticas para robarle los recursos al pueblo y obligarles a pagar dos veces por ellos, una vez vía impuestos y otra vez vía servicios privados.

Una monumental obra de teatro se representaba ante los ciudadanos, con PP, PSOE, CIU y algunos más sobre el escenario. Los espectadores veíamos una representación ficticia de nuestra sociedad mientras entre bambalinas todos ellos se estaban llevando el dinero que con el sudor de nuestra frente pagábamos con nuestros impuestos para el bien común.

Pero eso no es lo peor. Lo peor pasa casi desapercibido para el gran público: los medios de comunicación generalistas han estado tapando la corrupción.

La nueva caverna de Platón

Nada de esto hubiera sido posible sin la necesaria colaboración de los medios, cuya principal labor ha sido la de normalizar el robo, la de desviar la atención del ciudadano, y todo para llevarse suculentas subvenciones y licencias de emisión.

Sabemos todo ésto porque ahora, en la nueva era digital, hay medios de información y periodistas que no dependen de las subvenciones, ni de las licencias para hacer rentable su trabajo, y ahora que lo sabemos deberíamos cortar nuestra relación con los antiguos medios que han hecho posible que expolien a nuestro país, mientras nos contaban una historia en la que nos hacían creer en el abnegado trabajo de los políticos para mejorar nuestra calidad de vida, y en las inevitables crisis que nos devolvían a un escalón inferior de derechos sociales y laborales.

Nos encontramos ante la versión moderna de la caverna de Platón, donde las sombras son las noticias manipuladas, los votantes son los prisioneros y la realidad, en lugar de estar fuera de la caverna se encuentra en internet y, al igual que ocurría en ese relato, cuando el líbero vuelve a entrar en la caverna se da de bruces con la hostilidad de los prisioneros al tratar de explicarles que la realidad no son las sombras.