Por estos días, el bus transfóbico de "La Libertad", de la organización española Hazte Oír (CitizenGo), recorre las calles de Santiago de chile con el mensaje "Nicolás tiene derecho a un papá y una mamá" y promocionando el hashtag #conmishijosnosemetan. El tránsito del autobús por la capital chilena, motivado por las organizaciones locales Padres Objetores de Chile y el Observatorio Legislativo Cristiano, se ha zanjado con violentos enfrentamientos entre simpatizantes y contrarios al mensaje de odio por la diferencia sexual.

Chile es un país sensible al tema de la diversidad sexual.

Si hace tan solo una década atrás, los homosexuales en el país debían esconder su condición de cualquier esfera pública y privada, desde el año 2012 el panorama cambió radicalmente, prácticamente de un día para otro.

El 2 de marzo de 2012, un joven de 17 años y orígenes humildes, Daniel Zamudio, fue brutalmente golpeado y torturado en el parque San Borja, en pleno centro de la capital y a escasos metros de una iglesia por un grupo de pandilleros, únicamente por su condición homosexual. El 27 de marzo, el joven Zamudio fallecía en la asistencia pública producto de la golpiza.

Para una sociedad como la chilena, que venía recién despertando tras quince años de miedo provocado por la férrea dictadura de Augusto Pinochet, el caso de Daniel Zamudio fue la gota que rebalsó el vaso.

Cientos de miles de personas salieron a las calles en todas las provincias del largo país sudamericano, desde el desierto más árido del mundo hasta el extremo más austral del planeta a pedir justicia, y a exigir al Estado que de una vez por todas pusieran fin a la discriminación y el acoso por cualquier clase de motivo, entre ellos los orígenes o la situación socio cultural de sus ciudadanos, inserto en la cultura chilena como un tatuaje tribal.

Según la OCDE, Chile es el país más desigual del planeta.

Daniel Zamudio se convirtió en emblema de la diversidad sexual. Tras años de intenso debate legislativo y la oposición por parte de la extrema derecha chilena en la figura de los partidos Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), la ley fue finalmente aprobada.

El mismo año, las Fuerzas Armadas derogaron todas las normas internas que impedían a homosexuales entrar al ejército.

Tres años después, en el 2015, tras un intenso lobby por parte del MOVIHL y la Fundación Iguales con parlamentarios de todas las bancadas, entró en vigencia la ley que creó el Acuerdo de Unión Civil, una regulación legal que otorga un reconocimiento expreso a parejas del mismo sexo dentro del Derecho chileno para ser consideradas como familias.

Tras ese primer caso, que fuera del país no tiene reconocimiento alguno, la actual lucha es por reconocer legalmente el matrimonio homosexual y la posibilidad de adopción. Dicho proyecto de ley ha sido terminantemente rechazado por la derecha chilena, especialmente por el actual candidato a la presidencia Sebastián Piñera.

Desde el logro del AUC, las organizaciones sociales luchan ahora también para que se reconozca el derecho a niños y adolescentes a cambiar su sexo, un derecho que debiese tener todo ciudadano y entendida como una de las obligaciones del Estado para con la ciudadanía.

En medio de esa disputa, llega a la capital chilena el bus por La Libertad, y la polémica ha llevado a enfrentamientos al frente del palacio de gobierno con la intervención de la policía nacional, saldándose en su primer día de recorrido con un total de 7 detenidos tras una pelea campal en la principal avenida de la ciudad.

El suceso da para preguntarnos si acaso, en pleno siglo XXI donde la mayoría de naciones avanzan hacia la igualdad (una de las características que debe tener cualquier democracia participativa), es admisible una campaña contra la diversidad sexual.

¿Tienen derecho a decidir por nosotros sobre nuestra identidad sexual, una condición con la que se nace tal como el color de la piel, el cabello o los ojos? ¿Qué sucede cuando sientes en lo más profundo de ti mismo que naciste en un cuerpo que no te correspondía? ¿Tiene el Estado el derecho de prohibirte ser quien tu eres en realidad, o en caso contrario, es el Estado quien debe garantizar a sus ciudadanos ser quienes realmente quieran ser?

Ciertamente, a la hora de legislar sobre el derecho de los ciudadanos, pesan una ética y, sobre todo, la moral propia de cada uno de los legisladores. En ésto, la Iglesia Católica y la moral cristiana tienen sus posturas. Sin embargo, ¿deben ser tomadas en cuenta las opiniones de la curia cuando la Iglesia no debería tener ninguna clase de poder sobre las decisiones de un Estado laico?

Y si fuera lo contrario, ¿debe tomarse en cuenta a la hora de legislar sobre diversidad sexual a la Iglesia en un momento cuando la sociedad civil, extensible a todo el mundo y todos los países, saben a diario de cientos de miles de crímenes de abusos, precisamente sexuales, que caen sobre sus miembros?

La actriz chilena Daniela Vega, transexual, uno de los mayores descubrimientos del último festival de cine de Berlín con su rol protagónico en la película "Una Mujer Fantástica", confesaba al diario "El País" que "si volviera a nacer, volvería a nacer transexual". Su triunfo, que puso a la diversidad sexual de Chile a los ojos de la comunidad internacional, provocó otro cambio profundo en la percepción de la transexualidad en los ciudadanos chilenos.

Era de esperarse, por ende, que ellos respondieran con uñas y dientes lo que consideran su derecho. El Bus por la Libertad ha sido una intromisión en el debate nacional chileno y su hambre de diversidad, que por gracia de ellos mismos, no han aceptado tolerar. Benditos sean.