El líder religioso islámico Muhammad Alarefe exige que a los jugadores de la FIFA se les prohíba hacer el signo de la señal de la cruz ante los partidos. Si esto fuera así también debería prohibirse cualquier tipo de rezo musulmán en los partidos de fútbol y prohibirles arrodillarse para rezar en cualquier estadio.

Una vez más, la comunidad islámica radical pretende hacer desaparecer cualquier símbolo, gesto y valor que no pertenezca a la religión islámica y poco a poco lo van consiguiendo. El Real Madrid quitó la cruz de su escudo en las prendas de ropa y objetos que vende en los países árabes; y el F.C.

Barcelona eliminó su cruz de San Jorge para poder comercializar sus productos en Arabia Saudí.

Potencias económicas como el Real Madrid o el Barcelona renuncian a sus valores, tradición e identidad para complacer al mundo islámico y obtener dinero. ¿Cuánto valen entonces nuestros valores, nuestra cultura, nuestra tradición? ¿Se están vendiendo los valores cristianos del mismo modo que en el mercado se venden patatas? Incluso en el mundo deportivo, donde ni la política ni la religión deberían entrar en discurso, se dan fuertes muestras de la discriminación musulmana a quien no comparte su religión y la doblegación ante ellos y su dinero como respuesta cristiana.

Venderse a un país como Arabia Saudí que financia la difusión sectaria del Islam más radical como el wahabismo con 8 mil millones de dólares anuales hace pararnos a pensar si todo tiene un precio.

Ellos prohíben cruces, símbolos cristianos, se apropian de lugares históricamente anteriores al islam pero en España se les permite construir el Centro Cultural Islámico de Madrid o el de Málaga, incluso en Roma financiaron la Gran Mezquita de Roma, la más grande de Europa.

El mundo islámico más radical está apuntando al fútbol, el deporte estrella que mueve millones y millones, el deporte que llena estadios que acogen millones de personas, millones de sentimientos, lágrimas y alegrías.

Pretenden hacer desaparecer cualquier valor, cualquier cultura que no siga el Corán y su propia ley (sharia). Messi y Ronaldo comen gracias a la carne de nuestro toro Español; el toro que dona su cuerpo y sangre para que nos alimentemos y que estuvo presente cuanto se expulsó a los musulmanes de la península Ibérica.

Nos encontramos ante un Islam así de radical y cerrado, con reglas cerradas a la voz del diálogo interreligioso, cerrado a la justicia de la reciprocidad. Ese islam que continúa a golpear con la violencia de sus banderillas a nuestro toro para convertirlo en carne de kebab.