Hace muchos años la leyenda de que los cubanos dan instrucciones directas desde la isla ronda la mente de algunos venezolanos. No es falso que el gobierno antillano ha recibido grandísimas sumas de dinero y beneficios procedentes de la venta del petróleo venezolano. Sin embargo, cuesta creer que Hugo Chávez llamaba cada día a Fidel Castro a recibir órdenes, aunque es obvia la influencia ideológica que recibió con los años, o que siempre compartió con el jerarca cubano.

Fruto de la influencia del gobierno de la isla, o de la formación militar de Hugo Chávez, lo cierto es que de unos años para acá, Venezuela se llenó de gobernadores, ministros, alcaldes y diputados que pertenecieron al sector militar.

Por lo tanto, resultó desconcertante que antes de morir el sucesor fuese Maduro, un civil, con una formación muy marxista pero civil, que además llevaba varios años desconectado de la Política interior porque durante siete años había sido Canciller o Ministro de relaciones Exteriores.

En ese momento, muchos aseguraban que era el hombre de los Castro, que lo habían elegido por su lealtad, pero pasado el tiempo Maduro da la impresión de que alguien más le mueve los hilos, y no es para bien. La sentencia del Tribunal Supremos de Justicia que prácticamente anula a la Asamblea Nacional (electa por votación popular) no es precisamente favorable a Maduro, su reacción posterior, además del rechazo de la Fiscal General, no dan la seguridad de que él haya tomado esa decisión.

Si pensamos en frío, Nicolás Maduro había logrado no hacer elecciones regionales, no acudir al Referéndum Revocatorio, aprobar presupuesto anual sin la Asamblea Nacional, incumplir con el diálogo solicitado por el Vaticano con la oposición, y no anunciar cronograma electoral, prácticamente sin costo alguno. ¿Por qué cometer la torpeza de hacer una sentencia del TSJ que sería reprobada tanto por el país como por la comunidad internacional?

¿Por qué acelerar y precipitar actos de protesta que podrían haber esperado meses?

Las respuestas están dentro del sector militar del chavismo, un sector militar que posiblemente quiere que Maduro y la cúpula que gobierna se hagan cargo de los platos rotos, y por eso se encuentran tan callados, mientras la represión en las calles de Venezuela escala niveles alarmantes.

No es la primera vez que el gobierno venezolano le da fuerza a eventos que no lo merecían, recordemos la prohibición a la serie colombiana El Comandante.

El pasado lunes, los actos represivos fueron hasta el límite de lanzar bombas lacrimógenas desde un helicóptero, lanzar una bomba lacrimógena al interior de un hospital y no dejar que una marcha pacífica se manifestara. Nicolás Maduro no se encuentra en Venezuela, ha ido a Cuba. Todo esto luego de inhabilitar políticamente a Capriles por 15 años. ¿Quién ordena mientras tanto reprimir de semejante manera? ¿Y qué están buscando? ¿No parecer tan malos cuando actúen también en contra de la democracia? ¿Qué el país se olvide de que ellos también estuvieron involucrados en las políticas que han hecho que no haya comida, ni medicinas?

Posiblemente, el sector militar crea que si dan la imagen de que devuelven el hilo constitucional, una vez que han contribuido repetidamente a romperlo, no será juzgados.