El lunes 13 de febrero se confirmaba que el Estadio Vicente Calderón será la sede que albergue la final de la Copa del Rey entre el Fútbol Club Barcelona y el Deportivo Alavés el 27 de mayo. Una noticia que sigue despertando muchas opiniones al respecto y a través de estas líneas quiero expresar la mía como aficionada a este deporte llamado fútbol.

Primero, quiero aclarar, para los que no lo sepan, que el Atlético de Madrid al finalizar esta temporada no jugará más en el Estadio Vicente Calderón, por lo que el partido del fin de semana del 20 de mayo contra el Athletic Club de Bilbao sería la última vez que los aficionados colchoneros van a poder animar y ver a su equipo en un estadio que ha sido la casa rojiblanca por más de 50 años.

Como he comentado anteriormente, la final de la Copa se jugará 7 días después del último partido del Atlético de Madrid, por lo que la única forma para que los rojiblancos despidan y jueguen el último partido del Calderón es que queden en el cuarto puesto de la clasificación en la Liga y tengan que jugar el repechaje de la Champions League, pero esto no se puede saber hasta las últimas jornadas de La Liga, por lo que en este momento el último partido es el de la final copera. Si vemos los acontecimientos desde la piel de un aficionado rojiblanco, o desde cualquier aficionado al fútbol (ya que creo que si esta situación pasa en otro equipo despertaría las mismas críticas por parte de la afición de ese club) que tenga un poco de empatía, podríamos ver que jugar la final en el Calderón es una decisión que duele a personas que han asistido partido a partido para apoyar a su equipo.

La mayoría de clubes de fútbol suelen decir que el fútbol es de los aficionados y esto es verdad, no de manera literal, pero sin los aficionados este deporte no existiría de manera profesional, ya que el fútbol se juega por y para personas que disfrutan con este deporte. Por lo que lo mínimo que podrían hacer los clubes es escuchar a sus aficionados, que al final son los que sienten los colores, son los que lloran con cada derrota y celebran con cada victoria, son los que están en las buenas y en las malas, y son los que hacen esto posible.

Porque un club aunque tenga mucho dinero sin una afición no tendría sentido de existencia.

La afición del Atlético de Madrid merecía y merece despedir su casa, y sí, me refiero a un estadio como casa. Porque para un socio y un aficionado de un equipo el estadio es su casa y los colores su orgullo. Estas personas que hacen esfuerzos para pagar un abono o para comprar una entrada partido tras partido a pesar de los horarios, del tiempo o de los resultados, merecen despedir el estadio al que acudieron durante años, merecen unos minutos después del pitido final del último partido para reír, llorar y recordar momentos que han marcado sus vidas.

Aunque toca esperar al final de La Liga para saber cuál será el último partido del Calderón, esta semana el mundo del fútbol está a la expectativa por la vuelta de la Champions League y por la decisión de la final de Copa que es, claramente, una victoria para el fútbol moderno. Ese fútbol en el que cada día se escucha menos al aficionado porque una parte de la afición rojiblanca había dicho que no a la final de copa en su estadio.