Siempre he pensado que la entrada de un nuevo año es una excusa de los humanos para reunirnos entre amigos y familia, hacer planes y en otro orden marcar tiempos estadísticos, pero todos sabemos que entre las 23:59 de un 31 de diciembre y las 00:01 de cualquier primero de enero del que sigue no ocurre otra cosa que una simple tradición.

Sin embargo, este año comienzo a notar una tendencia que no es sugestiva y comenzó el día 26 de enero de 2017 cuando leo un titular: "Estupor por un inmigrante ahogado frente a todos en un Canal de Venecia", explicando la surrealista escena de un inmigrante africano ahogado frente a la vista de varios turistas que sólo se preocuparon por tomar fotos.

Las palabra "estupor" sumada a la nota que aseguraba el compromiso de las autoridades de investigar las causas, más el supuesto intento de suicidio del joven atenuaron en algo mi inquietud. En el mundo ocurren cosas inauditas y esa pudo haber sido una de ellas.

Todavía la prensa comentaba esta tragedia cuando aparece otro titular a menos de tres días del mencionado anteriormente: "Joven indio atropellado pide ayuda pero los transeúntes prefieren filmarlo" y la inquietud creciente me llevó a investigar los detalles, resultando que según el funcionario de salud del Hospital Distrital de Koppal donde fue atendido y declarado muerto el joven: "Se tardaron más de 25 minutos en socorrerlo lo que fue determinante para que el joven falleciera dada la pérdida de sangre".

De modo que si hubiera sido trasladado al hospital inmediatamente, hoy ese joven estaría vivo.

Como si fuera una conspiración, pocas horas después de ese mismo día 3 de febrero de 2017 y de forma casual, leo: "Tigre mata a un turista pero en un zoológico de China" y nuevamente las grabaciones desde los teléfonos móviles de los impacibles testigos (lo de impacible lo evidencia la grabación).

Luego de algunas autocuestiones éticas, decidí compartir el video en la página que administro en busca de opiniones que contrastaran con la impresión que todo ese asunto estaba dejando en mí. Soy de la opinión de que las personas están un poco hechas de lo que publican y de lo que comparten en las redes, pero dejando clara mi posición me permití hacer una excepción.

Resultado

Reproduciré (conservando el anonimato de sus autores) dos comentarios tomados al azar.

1. "¿Qué quieren que se haga? ¿Que se metan a fajarse con los tigres? No entiendo esta publicación?".

Es decir, que una persona de mediana edad (que no creció con redes sociales) no es capaz de ver la gravedad del nivel de insensibilidad e irresponsabilidad que encierra grabar un video mientras uno de los felinos más crueles de la especie animal, destroza y mata a un impotente semejante frente a tus ojos, a la vista de niños que son los visitantes más comunes en los zoológicos.

2. "Ellos (los animales) también tienen que comer y lo que me enseña es que les gusta la comida china", acompañado de emojis de risa.

Se haría larga la lista de comentarios similares y ante la avalancha de críticas a la que fui sometida por abrumadora mayoría, algo así como una grieta emocional se resintió en mi psiquis. ¿Estoy realmente bien? ¿Soy una inadaptada ? ¿Habré hecho el ridículo cuestionando estas actitudes? Y entre mi "psicoanálisis de urgencia" regresé mentalmente a los años 80s cuando Steven Spielberg aterrorizaba al mundo con su cinta "Tiburón" o la titulada "Cosecha Salvaje" dirigida por Robert E. Collins las que me "retrollevaron" (si se puede decir así) a una época no tan lejana en que ver una escena de un animal ficticio devorando a una persona a su vez ficticia también, podía dejarnos despiertos toda la noche por el impacto que causaba a nuestra sensibilidad, sin mencionar que ni aún siendo ficción se permitía que los niños las vieran y reconozco que escribo estas reflexiones con el temor de que siga pareciendo ridícula.

La sanción social ayuda a preservar valores, si sientes que estas cosas te disgustan. ¡No las compartas!