Como todos estarán ya al tanto, el último gran escándalo que ha llevado los gritos al cielo a la sociedad ha sido la polémica levantada tras la publicación de la última canción de Maluma -4 Babys- donde la presencia de la mujer como mero objeto sexual posiciona nuevamente al género femenino desde una perspectiva denigrante. Ahora bien, yo me pregunto, ¿una sociedad que tiene en la cúspide el reggaetón, el género de sometimiento femenino por excelencia, no se han planteado antes este tipo de canciones como, en palabras de Yolanda Domínguez, otra forma más de esa “apología de la violencia directa hacia las mujeres?".

Creo que esta cuestión hay que abordarla desde una base clara: la educación y la cultura.

Educación y sociedad: ¿?

A lo largo del tiempo, la sociedad ha estado basada por los principios de la educación patriarcal: los principios que han llegado hasta nuestros días. Esta aceptación ha llevado a que asumamos como “normal” ciertos comportamientos que, sin lugar a dudas, posicionan la sumisión y vejación de la mujer. Así pues, entre la propia sociedad joven, encontramos la ideología del canon del cuerpo, es decir, el cuerpo como objeto el cual debe ser valorado y aceptado por la sociedad, o la falsa “virtud” femenina cuyo yugo la somete a la balanza entre “fuertecilla” y “la madre de mis hijos”.

Ante estos ejemplos, no podemos dudar que el problema se halla en la educación machista impartida no sólo en el ámbito familiar sino que las políticas de los estados occidentales también son cómplices a través de sus leyes y pasotismo; y si no recordemos la oscilación salarial, el mínimo porcentaje de mujeres en altos cargos públicos, la escasa legitimización de la mujer en la literatura, un alto porcentaje de estas ocupando puestos de labor doméstica, etc.

Es decir, situaciones que bien marcan una trayectoria de los roles establecidos por el falogocentrismo.

Para contestar a esta situación no nos queda más solución que la de interiorizarnos de la verdadera problemática, que existe, de la que somos partícipes directa o indirectamente. Podemos empezar enseñando una educación social y cultural basada en el feminismo, es decir, basada en la igualdad, donde frases infantiles como “el rosa es de niñas y gays” no pasen desapercibidas, donde los objetivos de una niña no sean los de buscar al príncipe azul o donde la estética del cuerpo no se convierta en el molino que dirija nuestras vidas.

De esta manera, y retomando la cuestión del principio, considero que el fracaso tanto educativo como cultural obtiene como resultado la perpetuidad de una ideología machista, un problema que nuestra sociedad vive. Por lo tanto, empecemos a concienciarnos de la necesidad de cambio, de la necesidad de una vida en términos de igualdad donde la lucha por unos derechos dignos e igualitarios se queden en una anécdota más contada por los libros de historia. ¡Ojo!, que yo no quiero perturbar ninguna mente que está plácidamente sentada en su sillón.