No es la primera vez, ni será la última, que la industria cinematográfica inglesa nos brinda una película que no sabría identificarla como Cine. Más allá de las críticas lacerantes del cineasta portugués João César Monteiro que señalaba sin pudor que los ingleses no sabían hacer cine, no podemos olvidar autores de la talla de Hitchcock, Greenaway, Winterbottom, Dereck Jarman, Terence Davies... o Joshep Losey (que podemos ver en la filmoteca estos días) cineasta y dramaturgo norteamericano que llevo a cabo su principal producción en Inglaterra tras ser defenestrado por el Macarcismo.

Por tanto existen todos los condimentos para un cine británico de calidad, incluso una escuela de cineastas con un gran sentido pictórico, y Jarman, hacia un sentido de arte total en todas sus obras. No es el caso de este film, sería la antítesis, donde lo literal y dramatúrgico –con un claro desinterés por el final, ya que lo conocíamos- no nos ubica en ningún tipo de imaginario, ni nos propone ninguna experiencia con la imagen. Nos encontramos ante una historia sin brillo y ante una película sin imágenes, que más se puede decir. El cine no se puede quedar en una mera narrativa, o en una historia –en este caso tampoco existe el cuento con suspense- con buenos actores, evidentemente estaríamos hablando de otro arte.

Nick Hamm, vuelve eso sí, a contarnos la historia del Ulster y su pacificación en este caso dentro de un vehículo, pero no tiene el talento de Panahi, ni Kiarostami para mostrarnos un conflicto dentro de un coche.