La verdad nunca existe, entre otras cosas porque andaríamos desnudos constantemente ante el hecho de mostrarnos tal cual somos, transparentes y sinceros. Algunos llaman a esto inocencia, cuando la expresas sin filtro. Ser honestos hasta la medula puede contemplar grandes obstáculos sociales. La mentira por tanto es una forma de defensa y también de ataque, lo que ocurre es que no sabemos hasta que punto pesarán sus consecuencias, y si serán contrapruducentes como un efecto bumerang.

Este desarrollo recurrente, casi de perogrullo se hace necesario para introducir el concepto central del Tercer Asesinato: nunca conocer la verdad.

Kore-eda (De tal padre tal hijo, Nuestra hermana pequeña), ha tenido en el ámbito familiar todos los recursos para configurar historias interesantes y contradictorias, sorprendentes donde un elemento común siempre ha sido una verdad no conocida, no siempre una mentira, más bien una verdad que nunca se supo y que emerge como elemento motor de la historia. En De tal padre tal hijo, el director japonés exponía el conflicto de dos hijos que por equivocación fueron entregados al nacer a diferentes padres, con el consecuente cruce de caminos que la verdad suponía en la historia de las dos familias.

En el Tercer Asesinato, sale del entorno doméstico para trabajar con el thriller en una historia clásica de abogados que defienden a un cliente. El espectador parece que se va a encontrar con la historia harchiconocida de encontrar la verdad...

Sabemos de antemano que el acusado Misumi –o así nos lo hace creer el director- ha asesinado a un hombre. El propio reo lo confesa y asume, pero todo comienza a no cuadrar, y las sospechas de su abogado defensor Shigemori florecen. Su defendido miente contra sus propios intereses, ¿por qué lo hace? El leitmotiv de la historia no es conocer la verdad, es más bien descubrir la mentira bajo un sorprendente descubrimiento del mundo real.

La mayoría de los juicios que se desarrollan en nuestra sociedad –esto es un hecho real contrastado- finalmente nunca descubren toda la verdad. El film de alguna manera expone este hecho, dejar al denudo un sistema imperfecto que solo se sostiene porque muestra un teatro, que juzga sí pero sin saber la verdad. Esa misma paradoja es la de nuestras propias vidas, la imposibilidad de conocer la verdad.