El director argentino Adolfo Aristarain: Un lugar en el mundo; Lugares comunes, los últimos días de la víctima; La parte del león; Marín Hache... supo siempre ver a ese hombre integro, digno, presente en la voz y figura de Federico Luppi (Buenos Aires, 1936-2017). Para muchos actores de ambos lados del charco, si había una figura platónica de actor masculino de raíces nuestras, ese era Federico Luppi. Una actor que ha representado, de alguna manera, las derivas del propio exilio, el del exterior y el del interior. De actitud militante, de pensamiento crítico e irreconciliable con los vacíos democráticos...

contra los milicos, contra el franquismo, contra el corralito... contra la falta de dignidad de los poderosos frente al pueblo... la escasez de respeto. Ya en aquel quintal en medio de la Patagonia, en Un lugar en el mundo (1992), el número de la dirección de esa casa perdida en medio de la tierra lo decía todo: 1789... La Revolución francesa no se olvidaba en ese rincón del mundo...

Famosa es esa respuesta que Martín le responde a Hache... “Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso, es un verso. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso (...) ¡La patria es un invento!(...)” Las patrias, que son las patrias... Argentina es una trampa... España es otra trampa...

Actor asertivo, de diálogos y discursos imponentes, Luppi jamás tuvo intención de dedicarse al teatro, el venía de la Facultad, de hacer ilustración y escultura y allá por la década de los 60, una amiga le llevó a un estudio de Teatro. Fue el primer día de un actor universal. Federico, te vamos a echar mucho de menos.