"Mi abuelo Stone pretendía que Luna era la única prisión abierta de la historia. Ni barrotes, ni guardianes, ni reglamentos... ni necesidad de ellos".

Pocos autores abordan los ideales libertarios con la soltura y la concreción que despliega Robert Anson Heinlein en La Luna es una cruel amante. Conocido exponente de la Edad de Plata de la ciencia ficción, Heilein nos sitúa en una hipotética realidad futura en la que la Autoridad terrícola ejerce su dominio sobre colonias de seres humanos establecidos en Luna. No exactamente establecidos. Más bien encarcelados: aprovechando la gran distancia que separa Tierra de Luna, y la imposibilidad de escapar de ésta, la Autoridad manda allí a parte de sus presos, sentenciándoles a una cadena perpetua a merced de la inclemencia lunar, un ambiente que, en palabras del protagonista de la novela, "muerde sin previo aviso".

Con el paso de las generaciones establecieron colonias en Luna, desarrollando su propia cultura.

Año 2075. Las continuas intervenciones de la Autoridad en la economía y los asuntos de los llamados lunáticos (habitantes de Luna) suscitan un clima de revolución. Ciudadanos de Luna interesados en la política y deseosos de liberar su tierra de las disposiciones del gobierno de Tierra comienzan a movilizarse. Forman grupos, organizan reuniones de masas para extender su palabra y convencer a otros de unirse a la causa de la independencia. En este contexto se ve envuelto nuestro protagonista, Manuel O'Kelly, un técnico informático y de postura apolítica que rige su vida por un sencillo principio: "Ocúpate de tus propios asuntos".

Los acontecimientos involucran también al mejor amigo de Manuel: Mike, pseudónimo de la máquina HOLMES CUATRO, una computadora super inteligente con un incipiente y extraño sentido del humor, capaz de asimilar y manejar montañas de datos, y cuya colaboración resultará clave en la revolución.

A lo largo de la novela, Manuel conocerá personajes que le irán introduciendo más en la esfera revolucionaria (y se reencontrará con otros ya conocidos por él), sustituyendo su resignación inicial por un ímpetu incondicional: Wyoming Knott, refugiada de Tierra comprometida con la causa de la libertad, pero a sabiendas todavía de que tiene mucho que aprender; el profesor Bernardo de la paz, erudito y autoproclamado "anarquista racional", que desprecia todo tipo de autoridad por motivos intelectuales; Stuart LaJoie, un turista de Tierra que se enamora de la cultura lunática, interesándose por el futuro de Luna.

La novela refleja, a través de las costumbres lunáticas y la personalidad de sus protagonistas, todo el ideario libertario: derecho de autodeterminación, libre comercio, defensa de la propiedad privada, oposición a la existencia de gobiernos y programas estatales. Todas estas posturas se condensan en un único adagio: "TANSTAAFL", del inglés "There Ain't No Such Thing As A Free Lunch", o dicho de otra forma "Nadie regala nada".

En pocas palabras: libertad de acción y de poder construir un proyecto vital propio, siempre y cuando no se traspasen las esferas de libertad ajenas, sin interferencias coactivas. Su tema principal, por tanto, es la libertad, y el hilo conductor de la trama es la secesión. Desde esta perspectiva se discuten temas de historia, política, ética, economía y filosofía.

Su composición sencilla y directa, dejando caer detalles aquí y allá para estimular la imaginación del lector, nos sumerge en un entorno de estética ciberpunk en el que se entrelazan diversas culturas terrestres. Ciertamente, la novela ofrece un interesantes abanicos de temas de interés, pudiendo cautivar tanto a amantes de la ciencia ficción como a partidarios del libertarismo.