Hoy llega a las librerías españolas el libro de Ken Follett, que convierte en trilogía lo que empezó como uno de los betsellers históricos más famosos de todos los tiempos, “Los Pilares de la Tierra” (1989). Una novela que trata sobre la construcción de una catedral en el cambio entre los estilos románico y gótico, que fue continuada por “Un mundo sin fin” (2007) y culmina ahora con “Una columna de fuego” publicada por Plaza y Janés.

Más de 1000 páginas ambientadas y documentadas con la colaboración de una legión de historiadores y bibliotecarios, que ayudan al escritor Ken Follett a trasportarnos al siglo XVI, a la ciudad ficticia de Kingsbridge, hipotéticamente situada en el sur de Inglaterra, pero también a la pujante Sevilla y a otros puntos europeos.

Entre sus personajes se entremezclan también los reales con los inventados.

Las guerras de religión del S. XVI constituyen el verdadero trasfondo histórico de una novela, donde Isabel I, recién llegada al trono de Inglaterra, tiene unos pocos fieles y muchos enemigos, una mujer que buscó ser libre y se ayudó del primer ejército de espías. En la entrevista concedida por Follett al periódico El País nos queda claro quién era el malo de la historia “en el siglo XVI, España era el matón del barrio: grande y malo” y marca un paralelismo con Estados Unidos y Vietnam, solo que con Felipe II a la cabeza.

Y Ken Follett ((Cardiff, 1949) lo argumenta, como británico no puede ponerse del lado de quien intentó matar a la reina de Inglaterra, además dice “es difícil amar al rey Felipe II, ¿no?...

Sintió que tenía el derecho de imponer su voluntad sobre toda Europa”. Lo cierto es que no fue el único.

Los verdaderos protagonistas de la historia son Ned Willard y Margery Fitzgerald, las distintas religiones que profesan protestante y católica parecen condenar la relación al fracaso.

El siglo XVI un eco que resuena

Puede parecer baladí colocar en portada la publicación de una novela, por más que su primera parte haya vendido más de 14 millones de ejemplares en todo el mundo, sin embargo, es relevante.

Follett dice que su novela realmente trata sobre la “tolerancia”, ese concepto que tanta falta nos hace también hoy en día.

Leer amplía nuestra visión del mundo, nos ayuda a pensar, y aunque hemos evolucionado en muchas cosas, a través de la novela de Follett podemos descubrir muchos paralelismos entre aquel siglo XVI y nuestro siglo XXI.

El siglo XVI da inicio a la Edad Moderna ( para algunos señalada por el hito de la Caída de Constantinopla en 1453 y para otros con el descubrimiento de América en 1492 ).

Básicamente el s. XVI supuso una nueva concepción del mundo, los avances tecnológicos posibilitaron el desarrollo de viajes de descubrimiento, el mundo estaba constituido por muchos mundo diferentes pero era único. La invención de la imprenta hizo posible que cada vez mayor número de personas pudieran hacerse eco de esos descubrimientos, a través de los Libros de viajes, de los mapas y las estampas.

Las riquezas de los nuevos mundos, en especial de América, ayudaron a la reafirmación de las monarquías absolutas, Felipe II logró financiar las guerras gracias a los infinitos recursos que venían del Nuevo Mundo.

A los tradicionales enfrentamientos entre cristianos, musulmanes y judíos se unió de propia fractura dentro del cristianismo con el surgimiento del protestantismo que extendió las guerras de religión que siempre tenían otro trasfondo, normalmente económico.

Hoy en día internet ha vuelto a suponer una revolución global, ya no solo somos conscientes de que el mundo es uno, sino que eliminamos el factor tiempo en la comunicación entre los distintos puntos del mundo.

Sin embargo las “guerras de religión” siguen atenazando a nuestra sociedad. La globalidad se disuelve en ese punto de buscar identidades separadas, léase Brexit o independentismo catalán por ejemplo, que buscan crear estados estancos lejos del enriquecimiento que a lo global aporta lo particular.

Y sigue habiendo “matones” que se consideran con derecho a imponer su voluntad sobre el mundo, he ahí el enfrentamiento de egos entre Trump y Kim Jong- Un.

Y al igual que en el s. XVI hay cosas inevitable que nos recuerdan la pequeñez del ser humano, como el huracán Irma, o el terremoto de Méjico que están arrasando y segando tantas vidas.

Follett reconoce sin atisbo de rubor que su obra no “es intelectual”, que busca entretener al público y lo consigue. Así que me permito una recomendación, leamos a Follett para aprender a ver nuestro mundo y quizás consigamos así practicar más la tolerancia porque como su protagonista mantiene en el prólogo de “Una columna de fuego”: “tengo la convicción de que una persona tiene derecho a decidir cuáles son sus creencias con respecto a Dios” y con respecto al mundo añadiría yo.