Con distancia, este film te recuerda a otros momentos que se retienen en mi memoria como maravillosos instantes del Cine. Sieranevada (2016) es una película deliciosa, se pongan como se pongan los críticos Marchante y Boyero. Qué no llega a la genialidad de nuestro Berlanga y Azcona, pues sí, que no es Fellini en Amarcord, desde luego, tampoco Ettore Scola en la Familia... ya, y qué. El film con sus diálogos un tanto banales, escondidos, sin, parecen, trascendencia alguna... Juegos para habitar el tiempo, frases escapistas de la constante humillación de vivir – cómicas, trágicas, e incluso surrealistas-, se enredan como los personajes dentro de esa casa gratuita de la ofrenda comunista, que podría ser perfectamente una casa de protección oficial de las antiguas de Villaverde, u Orcasitas, o San Blas, u Hospitalet...

El film nos ofrece un juego de diálogos y momentos de nuestras paranoias mundanas en el interesante espacio de la familia, con motivo del encuentro a los cuarenta días de la muerte del padre. Los hijos deben ocupar entonces ese espacio vacío, en medio de unas relaciones demasiado manoseadas de tanto utilizarlas. El evento en cuestión es la memoria que se le hace al difunto. Lary, (Mimi Branescu), el hijo mayor es el personaje que nos adentra en esta red de relaciones y rolles que es la familia, y que se supone... es el elegido que debe ocupar el espacio dejado por figura del padre. La madre, muy religiosa, ha invitado a un Pope para bendecir la casa y hacer la despedida espiritual del difunto.

En medio de la espera de la llegada del párroco y como consecuencia, la espera dilatada de la cena, los personajes muestran un cuadro generacional de la Rumania de los 50 últimos años, con los variados puntos de vista, problemas generacionales y obsesiones de tan variopinto grupo.

Todo se desarrolla en medio de esa aparente banalidad pero que realmente lo que muestra son nuestros traumas cotidianos y vías de escape.

Las crisis y engaños, los problemas de pareja, los traumas sin resolver... engaños, silencios, mentiras, bondades y verdades. No podían faltar los aromas de los años comunistas y como no, la tradición ortodoxa en medio de la vida ya laica de la mayoría de los miembros del grupo, curiosamente influenciados todos ellos por la ciencia y la medicina.

La película se mueve a través de un acertado diálogo a través de personajes con un ritmo actoral acertado, dentro de lo cotidiano. Los actores están perfectos en sus papeles humildes y corales, partes de un todo en el devenir doméstico. Todos se mueven como una sinfonía en un espacio mínimo de, a lo sumo 80 m2, entre la cocina, el servicio, dos habitaciones, un hall y el salón comedor; el rellano del portal, la escalera... También las calles colindantes de este inmueble socialista.

El plano secuencia y el movimiento libre de cámara, sin la utilización del plano contraplano, es la herramienta fílmica de esta creación, donde el plano medio, en sus diversas variantes es la única forma de abordar la cámara en este espacio.

Los escenarios externos posibilitan el plano abierto, aunque el espacio del coche de Lary es el lugar para las confidencias, llantos y cabreos conyugales... Es un film que, al que aquí escribe no le ha dejado indiferente y que retoma, de alguna manera el espíritu y una filosofía que te reencuentra con el Cine. Con la materia de éste, con el juego... y con una risotada final a la propia vida, incluso al espectador.