No le ha venido demasiado bien a Bong Joon-Ho hacer las américas. No porque haya descendido de forma evidente la calidad de sus películas, pero sí que se nota ese cambio en el sistema de producción que inevitablemente afecta al resultado final. Y es tan evidente porque no sólo le ocurre a él, sino también a otros compañeros asiáticos con un estilo propio y gran aceptación en sus países de origen, que acaban trabajando en Hollywood, a saber por qué motivos. Es lo mismo que le ocurrió a Wong Kar-Wai con My Blueberry Nights o a Park Chan-Wook con Stoker.

Rompenieves fue su debut en Hollywood

En el caso de Bong Joon-Ho, ya debutó en Hollywood de una manera bastante aceptable: con Rompenieves, una película ambientada en un futuro distópico donde la jerarquización de un tren de supervivientes representaba las diferencias de la sociedad actual. Sin embargo no contaba con ese estilo característico, ese ambiente tan propio de sus películas coreanas como Mother o Crónica de un Asesino en Serie. En ella parece que la maquinaria industrial de Hollywood había absorvido parte de su personalidad y no disfrutó de la libertad que sí tenía en su país de origen.

El caso de Okja

En cuanto a su última película, se puede adivinar también este cambio en su estilo.

Es verdad que no ha trabajado con uno de los grandes estudios de Hollywood, sino que ha sido la plataforma digital Netflix la que ha financiado la producción, algo que trajo mucha cola en el pasado Festival de Cannes, y eso sí que ha suavizado un poco esa transición. Gracias ha esto ha podido realizar una película diferente a otras propuestas que se pueden encontrar actualmente, pero no tan arriesgada como pueda parecer en un principio.

Okja se centra principalmente en reivindicar la transformación actual que está teniendo la industria alimenticia para intentar satisfacer la demanda de un mundo superpoblado. Para ello una megafactoría crea unos animales, una especie de hipopótamos gigantes, de los que se podrá extraer toda la carne necesaria para que nadie pase hambre y sin efectos secundarios ante las alteraciones genéticas.

El problema viene cuando una niña se ha criado junto a uno de estos animales y no estará tan dispuesta a dejarle marchar al matadero.

La historia en sí supone un punto de vista diferente a una trama que por otra parte ha sido más propia del género documental, pero que en este caso se mezcla en ocasiones con comedia y grandes dosis de dramatismo. Esta alternancia entre géneros no se produce en muchas ocasiones de forma muy natural, por lo que el conjunto queda demasiado descompensado y sin una directriz clara.

Una película con un claro mensaje

Por otra parte, como concepto general se trata de una historia muy original, pero sus reivindicaciones son tan evidentes y tan reiterativas que solapan cualquier otro mensaje que nos quiera legar el director.

El maltrato a los animales y la avaricia del ser humano son los dos pilares principales sobre los que se asienta el argumento, y dejan en un tema secundario la relación de la niña protagonista con el fantástico animal. Aunque este es el motor de la historia, no logra sustentar por sí mismo el peso dramático de la película.

El resultado de todo ello es una película interesante, pero demasiado simplona y reiterativa. Además de esto, el desarrollo de la trama resulta demasiado previsible, más cercano a una película infantil que a una obre reivindicativa sobre la escasez de alimentos y las artimañas de las grandes corporaciones para satisfacer nuestra necesidades. Park Chan-Wook supo asumir sus errores y volver a su país natal para regalarnos la magnífica La Doncella, ¿será capaz Bong Joon-Ho de hacer lo mismo y volver a rodar en Corea? Esperemos que sí.