En 1982, Hayao Miyazaki comenzó la publicación de un manga que a la postre fue muy importante durante su carrera como director: Nausicaä del Valle del Viento. Se trataba de una historia sobre un futuro postapocalíptico donde el ser humano había arrasado el planeta a base de conflictos armados, pero la madre naturaleza supo contraatacar y acorralar al hombre mediante la creación de bosques enteros de plantas venenosas. Esta situación no evitó que el conflicto entre seres humanos terminara, sino que se agudizó, y entre ellos surgió la protagonista para intentar poner un poco de coherencia a la situación.

Defensa del ecologismo y medio ambiente

Esta apología del ecologismo y de la defensa del medio ambiente contra el ser humano ha sido una constante en la filmografía de Miyazaki, y con este manga (y la posterior adaptación cinematográfica) puso el punto inicial de su marcado estilo. Una ideología que unos cuantos años después, concretamente en 1997, se volvería mucho más compleja y profunda con el estreno de La Princesa Mononoke, que ayer cumplió 20 años.

El díptico de la naturaleza

Aunque pasaran más de 15 años entre ambras obras, las dos tienen muchas cosas en común: la defensa de la naturaleza, la estigmatización del ser humano como principal culpable de su deterioro, y la redención de todos por parte de la pareja protagonista.

Sin embargo en la Princesa Mononoke todo ello se realizó de una manera más compleja y no sólo durante la producción, que fue una auténtica odisea, sino también durante la propia película.

En ella se narra la historia del príncipe Ashitaka, que se ve estigmatizado por un demonio que le hiere durante un enfrentamiento y tiene que abandonar su pueblo para encontrar respuestas.

Estas resultan ser más duras de lo que creían: la industrialización que se produjo durante el Periodo Muromachi (siglo XIV a XVI), con las primeras fundiciones y la utilización de la pólvora para crear armas, supuso un enorme paso para el hombre por encima de la naturaleza, que llegó a ser arrasada en muchos lugares.

Ante esta situación de violencia y corrupción, la naturaleza vuelve a contraatacar, como ocurrió en Nausicaä, creando bestias demoníacas que atacan a los seres humanos, que al fin y al cabo fueron los que generaron todo el conflicto.

Este transfondo de responsabilidad medioambiental y de las consecuencias de un mal uso de los recursos naturales es una constante en la película y es, entre otras cosas, lo que la ha puesto entre las grandes obras no sólo de Miyazaki, sino de la historia de la Animación.

Una producción titánica

Aparte de la repercusión y el mensaje de la película, también hay que hablar de lo que supuso en sí misma la producción. Hay que tener en cuenta que Miyazaki no suele trabajar con historias cerradas cuando comienza una película, y menos aún cuando no está basada en un obra literarias, como es el caso de Mononoke. Por lo tanto mientras se iba desarrollando la producción de las escenas, cuyo metraje supone un altísimo número de planos dibujados, el director también debía estar ideando contrarreloj un final satisfactorio.

Todo este estrés sufrido por el director iba unido a la responsabilidad de conseguir una película que fuese lo suficientemente rentable como para que el estudio no cayera en bancarrota. La producción y los costes se estaban alargando más de lo previsto, por lo que debía conseguir un resultado satisfactorio si quería seguir haciendo películas. Tras el estreno de La Princesa Mononoke fue cuando anunció por primera vez que se retiraba, algo que afortunadamente no ha ocurrido.

La Princesa Mononoke supuso un paso más allá en la mayoría de registros del director. Por una parte en esa combinación entre universos reales y oníricos que están presentes en su filmografía, pero que aquí toman un tono más adulto y reivindicativo.

En Mononoke también se combina la realidad con los mitos pero buscando la mayor veracidad posible, y a la vez hablando de un tema que, tras 20 años, está de máxima actualidad: la transformación de la naturaleza por el ser humano. Una pena que un genio como Miyazaki no haya sido más reconocido a lo largo de su carrera fuera de las fronteras niponas.