Lección de ritmo. Así es como se podía haber llamado la última película de Edgar Wright y quizá habría hecho más justicia a lo que vemos en ella. Esto no quiere decir que el título definitivo de la película sea malo o incorrecto, pero si por algo destaca Baby Driver es por el ritmo que contiene, por la estudiada inclusión de canciones para marcar el desarrollo de las escenas y para sincronizar las pautas de acción y dramatismo.

Baby Driver promete

Porque no podemos olvidar que Baby Driver es una película que promete (y que da con creces) acción, que se nutre de persecuciones y tiroteos perfectamente coreografiados, con momentos realmente espectaculares, pero donde la música supone un elemento muy importante en su gestación.

Y no sólo en su creación, sino también en su ejecución.

Cuando la película se convierte en videoclip

De unos años a esta parte, sobre todo en Hollywood, muchos de los directores más famosos venían del mundo del videoclip, donde realizaron sus primeros trabajos y se abrieron camino en la industria. Nombres como David Fincher o Tarsem Singh proceden de la tradición del videoclip antes de realizar sus primeros largometrajes y esto, inevitablemente, se nota en sus obras finales. Sin embargo Edgar Wright no, sus primeras obras procedían de la televisión, aunque también hizo sus pinitos en el género del videoclip.

En este aspecto está la obra que realizó para Mint Royale y su canción Blue Song y que fue el germen de lo que actualmente es Baby Driver.

De hecho tiene muchas referencias a ese videoclip especialmente en la primera escena de la película, mientras el protagonista espera a que sus compañeros completen el robo al banco. Una lección, tanto entonces como ahora, de que no hacen falta grandes alardes técnicos ni grandes escenarios para mantener al espectador embelesado, sino un buen montaje y un buen ritmo narrativo (en este caso visual).

La evolución de Edgar Wright

Pese al enorme y meticuloso trabajo que hay en la edición de la película, y en la elección de la banda sonora (condicionante para el resto de elementos de la película) sí podríamos decir que no se trata de una película de Edgar Wright al uso. En sus obras británicas, la llamada Trilogía del Cornetto, podemos observar detalles que han marcado mucho su estilo hasta ahora y que le han llevado a plasmar su peculiar personalidad en sus obras.

Detalles como las rápidas transiciones o las numerosas referencias a la cultura popular han sido constantes en su filmografía y en esta última película no son tan evidentes.

Esto no quiere decir que haya dado un paso atrás ni que haya variado su estilo por cambiar el país de producción, sino que supone una evolución. En Baby Driver ha apostado más por el desarrollo del ritmo y del impacto visual de la película, que en este contexto es espectacular, que por desarrollar las inquietudes de los personajes o por caricaturizar géneros cinematográficos (como hizo, por ejemplo, con Zombies Party o Bienvenidos al Fin del Mundo).

Pese a esto, el resultado es tremendamente satisfactorio, tanto para los que somos fans de sus anteriores películas como para los que no.

Creo que en este tema, ambos quedarán más que satisfechos con su última película, toda una lección de artesanía en cuanto a edición y ritmo narrativo. ¿Será este cambio de registro una constante a partir de ahora? El tiempo lo dirá.