La primera serie española original de Netflix ha sido todo un éxito, tanto que la famosa empresa de entretenimiento ha decidido renovarla por dos temporadas más. Y no es para menos. Las chicas del cable ha logrado cautivar a millones de espectadores en su estreno mundial el pasado mes de mayo. Pero ¿quién eran realmente estas mujeres que se escondían tras los auriculares?

El portal online Vertele ha podido hablar con cuatro mujeres (sin revelar sus nombres) que trabajaron como telefonistas en los años 50 (aunque la serie esté ambientada en los años 20) y gracias a sus testimonios se ha podido conocer cuáles son las diferencias y similitudes con la exitosa serie.

Para empezar y según afirman estas mujeres, el trato que las telefonistas tenían con sus jefes era muy distinto al de la ficción. Todos les trataban con respeto y de 'usted'. Por otro lado la impuntualidad no se perdonaba, ya que era un trabajo de mucha responsabilidad y la disciplina era fundamental.

Lo que si tiene en común tanto la ficción como la vida real es que el régimen y la forma de trabajar era igual: se requería que las telefonistas tuviesen estudios universitarios y ser bilingües. Además debían ir muy arregladas, tener cierta altura y medidas para poder llegar a las clavijas.

Mujeres adelantadas a su tiempo

Pese a todo Las Chicas del Cable mantiene la esencia de lo que en realidad supuso para estas mujeres trabajar en un ambiente dominado por hombres.

Muchas de ellas tenían que soportar las críticas de sus familiares y amigos por trabajar y depender de ellas mismas. Es el caso del personaje de Ángeles, interpretado por la actriz Maggie Civantos, la telefonista más veterana y maltratada por su marido, que no ve con buenos ojos que su mujer dedique su tiempo al trabajo y 'descuide' a su hija.

Por ello la somete a maltrato tanto físico como psicológico hasta que decide tomar cartas en el asunto. Por desgracia hoy en día sigue pasando y todavía existen mujeres atrapadas por el miedo.

A pesar de todo las telefonistas eran mujeres modernas, luchadoras, mujeres que buscaban hacerse un lugar en el mundo. Las señoritas telefonistas, como se las conocían, tenían que pasar pruebas bastante duras para la época.

El Real Decreto que confirmaba el Reglamento de 1903 exigía que las telefonistas tenían que haber servido tres meses como alumnas en una central de teléfonos y acompañar su petición de trabajo con un certificado que lo acreditase. Además se les exigía un certificado de las autoridades que asegurase su buena conducta.

Las Chicas del Cable ha logrado plasmar la vida cotidiana de estas mujeres que supieron arriesgarse y adentrarse en un mundo desconocido para la sociedad española de aquellos años a pesar de las duras críticas. Su fin no era otro que sentirse realizadas como mujeres fuera del ámbito doméstico.