Existía una vez un gran Cine narrativo cuenta la Historia. El gran cine norteamericano ocupa un imaginario, quizás, hoy en día un tanto perdido. John Ford, William Wyller, John Houston, Robert Mulligan, Rouben Maoumullian, Nicholas Ray, Samuel Fuller, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg. James Gray es fiel heredero de una tradición, la de saber contar historias con un poso de leyenda. Miembro de una generación de narradores notables: David Fincher, Christopher Nolan, P. T. Anderson... Ya nos cocinó perfiles filosóficos con la excusa de contarnos historias como en Two lovers, o We own the night. Z, la ciudad perdida, basada en la obra de Thomas Grann (The lost city of Z), es un viaje repleto de leyenda y espiritualidad que tiene en la aventura el hilo narrador, pero en la lectura de los personajes y el paisaje la construcción del conocimiento de los hombres.

La película nos recuerda las notas espirituales de Terence Malik, en La delgada línea roja, o para continuar, los referentes de una curiosa mezcla entre Senderos de Gloria de Kubrick y Aguirre la cólera de Dios de Herzog. El film es una reflexión humana sobre los valores de los hombres y su destino. Un ajuste de cuentas sobre lo moral y el objetivo a seguir; valentía y honor. La ambición de los hombres y su responsabilidad sobre los demás. Es esa idea la gloria, pero ¿cuál? Es un eterno camino que recorrer en busca siempre de un objetivo, ¿inalcanzable? Quizás lo que nos viene a decir James Gray que existe siempre el viaje más que el destino y que en la búsqueda los hombres cambian, los buenos hombres se hacen para caminar hacia algo más grande que ellos mismos.

El amor, el honor y la verdad. El viaje como metáfora de la vida. La historia versa sobre una búsqueda humana, el honor de limpiar el nombre de la familia por parte de un soldado Percy Fawcett (Charlie Hunnam) que se embarcará en un viaje por vida, tras retorno y retorno a su Britania natal a través del Amazonas en busca de Z, la ciudad perdida, una antigua civilización escondida que acabaría con la supuesta supremacía cultural de la civilización occidental.

Ese viaje a través de las tinieblas, es un apocalípsis victoriano que nos adentra en la propia alma de los hombres. No nos podíamos olvidar por tanto del escritor Joshep Conrad en esta nueva reelectura de la clásica novela El corazón de las tinieblas. La paradoja contempla que en la salvación del nombre de la familia, en ese viaje hacia el honor y el descubrimiento, la destrucción es inevitable. Un film que de forma elegante y clásica nos expone un relato realista para embarcarnos en algo fantasmagórico y bello. La espesura de la jungla es el propio límite de los hombres.