Vagos son los recuerdos de aquella señora que salía en televisión leyendo de un cuaderno de apuntes, o un libro desgarbado de donde surgían versos para niños, palabras de halo inocente, accesibles, rimas fáciles y ese sentido de poesía cercana para todos. Gloría Fuertes (1917-1998) siempre se hacía de poquito, no de menos, porque sabía de sus abales “escribo deliberadamente mal para que os llegue bien” decía. El día de su muerte, las noticias en los medios subrayaban sus versos para niños Dediqué mi libro a una niña de un año, y le gustó tanto, que se lo comió”, o su versión más televisiva; “Un globo, dos globos, tres globos, la luna es un globo que se me escapó...” canción que fue sintonía de los programas infantiles a finales de los 70 en TVE.

Martes y Trece nos hacían recordar con sus números cómicos a la eterna contadora de cuentos y versos naifs. Una autora que fue encasillada en el mundo infantil, un lugar para vivir, desde luego, o como también ella mencionaba “me daba de comer”. Pero aunque no fue reconocida en vida como gran poeta para adultos, lo cierto es que su obra fue encumbrada por no pocos grandes de nuestra lírica, como Gil de Biedma o el propio José Hierro, que la destacó como una creadora profunda donde el humor y la amargura, la bondad, el amor y el deseo, pero sobretodo la originalidad, la colocaban en un lugar especial, underground dentro de su generación. “El tiempo ha tratado muy bien la obra de Gloria”, comentaba Luis Muñoz uno de los poetas jóvenes más reconocidos en la actualidad.

Todo se aunaba con un estilo personal y único, casi en la línea del antipoema,

un verso que parecía nacer y sorprenderse cada día. Pepe Hierro en las Tertulias poéticas de los 90, señalaba que cuando fue conocida en la década de los 50, “escribía como una poesía tonta, que no se consideraba a si misma, que parecía superficial pero que era enormemente profunda”.

La poética de Gloria Fuertes era fácil pero tremendamente real y directa, su dureza se confundía con la caricatura. Eran en ocasiones palabras que jugaban con la tristeza pero que irradiaban una enorme ternura. En uno de sus poemas, describía así su forma de hacer poesía: Escribo/ más que cantar, cuento cosas/ destino, la humanidad/ Ingredientes: mucha pena, mucha rabia, algo de sal/ Forma, ya nace con ella/ fondo, que consigue emocionar/ Música, la que toca el verso según lo que va a bailar/ Técnica, qué aburrimiento/ Color, color natural/ hay que echarle corazón/ la verdad de la verdad, la magia de la mentira/ no es necesario inventar/ y así contar lo que pasa, nunca sílabas contar y nace así el poema...

Con esa aparente facilidad Gloria Fuertes nos atrapaba, siempre tras esa imagen de cuenta cuentos.

En su centenario varias exposiciones y libros nos mostrarán la original literatura adulta que la castiza poeta llevó a cabo. La pena, el suicidio, la soledad y una inquebrantable crítica social que fue capaz de sortear la censura, e incluso ser voz aceptada entre las opiniones más conservadoras, en un país que desde luego, no se había hecho para alguien tan libre como Gloria Fuertes. Entre sus poemas comprometidos, por ejemplo éste: Se suicidó/ la estatua del dictador. La estatua vivía en el centro del estanque. Una noche de viento/ la estatua se lanzó al agua. La estatua del dictador murió ahogada.

Sólo las gaviotas la echaron de menos.

Tenemos toda la recopilación de sus obras infantiles, pero es hora de descubrir el complejo mundo de una autora única. Entre la biografía urgente de la poeta, cinco libros a destacar: El libro de Gloria Fuertes (Blackie Books); Geografía humana y otros poemas (Nórdica); Me crece la barba (Reservoir Books), Pecábamos como Ángeles (Ediciones Torremosa) y Glorierias (para que os enteréis) con la carta que la escribió Ramón Gómez de la Serna a modo de introducción. El ayuntamiento por su parte se sumará al homenaje que se la realizará, colocando su nombre a una plazuela de Lavapiés, barrio donde nació la escritora.