Cuando niña, mi mayor orgullo era ser cubana y este orgullo era fundado por el hecho de que allí no ocurrían terremotos. No habían leones y por si fuera poca la bondad de la Naturaleza en mi isla, tampoco existían los volcanes. Todo esto sumado a un hogar cálido y funcional, me hacían sentir muy feliz.

Lo único que empañaba mi felicidad era el día en que íbamos al cine, porque aunque me entusiasmaba la idea de ver a "Palomo Linares" o "Las Leandras", era inevitable que entre tanda y tanda proyectaran un documental noticioso de los hechos más relevantes de la semana y desgraciadamente las noticias más importantes provenían de la guerra en Vietnam, cuyas imágenes desgarradoras y horrendas eran proyectadas en una pantalla gigante por la que corrían niños despedazados por el "napalm", dando la impresión de que en cualquier momento saldrían del cortometraje para buscar refugio entre las butacas del Cine, seguidos por aviones bombardeando en vuelo raso sobre la cabeza de los espectadores.

Pero la situación no se limitaba al cine. Asistía a la escuela primaria "Nguyen Van Troi" y considerando que Cuba y Vietnam compartían el mismo enemigo político, era frecuente que la escuela fuera visitada por delegaciones diplomáticas de dicha nación y entonces engalanaban los pasillos con imágenes similares a las del cine, encabezadas por la famosa foto del mártir adolescente con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda frente al paredón de fusilamiento. ¡Qué horror!

Pasó el tiempo e ingresé en la secundaria y no es extraño que su nombre fuera "Vietnam Heroico" aunque por suerte a los pocos meses anunciaron el fin de la guerra y todos cantamos y celebramos con alegría, sin comprender del todo la envergadura del hecho, pero en mi caso celebré el fin de los documentales.

Crecí. Las cosas cambiaron y aquel orgullo de vivir en Cuba comenzó a desvanecerse ante las estrictas limitaciones que obstaculizaban mis sueños y renunciando a la ausencia de volcanes, terremotos y leones, emigré con mi hija e inicié una nueva vida en otro país donde con el paso del tiempo nació mi nieto.

Él cumple hoy la misma edad que yo tenía cuando la guerra en Vietnam y al despertarme fui directo a felicitarlo y prepararnos para el festejo.

Como casi siempre, estaba sentado frente a su videojuego y al verlo concentrado en el "MINECRAFT" traté de llamar su atención y le pregunté:

-"¿A qué juegas?"

Y me respondió en su natal inglés:

-"I am building a wall just like Donald Trump´s". ("Estoy construyendo un muro igual al de Donald Trump").

¡Decidí que las próximas vacaciones haríamos un viaje a Cuba!