Llevar el título de ser el autor español más leído después de Cervantes tiene que pesar, sin embargo no lo parece cuando escuchas hablar a Carlos Ruíz Zafón, que por fin descansa tras quince años de su empeño literario de honrar a la literatura con su tetralogía de El cementerio de los libros olvidados.

Lo escuchamos el jueves 9 de febrero en el gran salón del centro Niemeyer de Avilés, dentro del Ciclo la Palabra, que aquí se organiza con el fin de fomentar la lectura. Comenzó el acto a las 8 de la tarde con el salón prácticamente lleno de gente de todas las edades y ya es extraño que un mismo autor aúne a tanto y tan diverso público.

El periodista cultural Oscar López ejercía de anfitrión y presentador, pero se notaba por la comodidad de la charla que entre ellos había ya una confianza previa. Se disculpó Zafón lo primero por su afonía que, aún así, no le impidió hablar de su obra y del oficio de escritor.

Literatura juvenil

No mucha gente sabe que Zafón ya era escritor reconocido antes de triunfar con La Sombra del viento, solo que sus obras se enmarcaban dentro del llamado género de la narrativa juvenil, etiqueta que como él mismo dejó bien claro a lo largo de la charla no le gusta nada. Gesticulando armónicamente con sus manos mientras habla explica que él entiende de lectores y que los lectores no tienen edad. También cuenta, y con razón, que el gueto que rodeaba a la literatura juvenil se desmoronó con el fenómeno Harry Potter.

La de literatura juvenil, matiza es una etiqueta que se coloca a autores como Julio Verne o Stevenson que dejaría como mínimo sorprendidos a los lectores de su época.

El Príncipe de la Niebla, El Palacio de Medianoche, las luces de Septiembre o Marina son algunas de sus primeras obras, esta última reconoce que es una de las que él tiene más aprecio, no porque considere que está mejor escrita, matiza, sino por los sentimientos que le evoca.

El Cementerio de los libros olvidados

Cuenta Zafón que desde un principio en su mente la estructuró como una tetralogía, y que pretendía con ella hacer un homenaje a la literatura, a los Libros, al lenguaje que en ellos se emplea y a la comunicación entre lector y autor. Así los libros son concebidos como una experiencia caleidoscópica, que pueden ser visitados en cualquier orden y ser revisitados más tarde para descubrir cosas nuevas.

Trató Zafón dice de organizar este complejo mundo de manera que fuera fácil para el lector, eso es lo que hacen los artistas hacer parecer fácil lo difícil de manera que no se note el esfuerzo. Quince largos años de empeño y él agradece la paciencia a los lectores y sus ganas de entrar en el juego.

Reconoce que El laberinto de los espíritus es la novela que más trabajo le ha costado y por lo mismo la que más satisfacciones le ha dado. Por ser la última es la entrega más oscura, ya que en ella se potencian al máximo los elementos aparecidos en las novelas previas y por fin ha podido reunir a los tres protagonistas con los que más se identifica a sí mismo.

Y al final lo que le queda a Ruíz Zafón es una sensación de paz y de tranquilidad, la que te da un trabajo hecho, el haber cumplido con un desafío personal.

Cuando le preguntan por qué escribe en castellano y no en catalán responde seguro que los escritores normalmente escriben en la misma lengua en la que aprendieron a leer y a escribir, que en su caso es el castellano. Y sentencia que al fin y al cabo “la patria de un escritor es el lenguaje es la creación”. Una creación que estamos seguros que enriquece a todo el que decide asomarse a sus páginas.