Si hay una ciudad en la que se puede contemplar todo el espectro electromagnético de colores que conforman el blanco, es decir, la totalidad cromática, es Lisboa. La urbe donde acaba el viejo mundo, donde la nostalgia y el sentimiento de no pertenencia decidieron establecer su residencia permanente.

La literatura siempre ha sobresalido respecto a otras artes por mostrar las entrañas de la realidad, las vísceras recubiertas por los estratos de colores, olores, sabores y sonidos que percibimos de manera biológica y natural. Ahí van 3 novelas para destripar la ciudad de la luz.

El libro del desasosiego

La obra en prosa más importante de Fernando Pessoa es un diario de sensaciones y reflexiones filosóficas de una persona desarraigada, desbordada por un caudal de estímulos difíciles de domar e hilvanar en un discurso coherente, aprehensivo para la mayoría de nosotros. Bernarndo Soares, el heterónimo que usó Pessoa para firmar esta pieza única, esboza esquinas y rincones de Lisboa en los que el escritor se introduce y analiza lánguidamente, deslizándose entre las costuras de lo perceptible, pintando un desasosiego templado y constante, que tiñe de melancolía las páginas de su patria, la lengua portuguesa. El desarraigo, el vacío, la búsqueda perenne de respuestas inexistentes, ideas recurrentes de este diario de la humanidad, creado por un ser con demasiada sensibilidad para aspirar a la serenidad.

El año de la muerte de Ricardo Reis

La 5ª novela del nobel José Saramago es un homenaje a Fernando Pessoa, cuyo fantasma aparece en la novela para encontrar a uno de sus alter ego, Ricardo Reis. Saramago consigue captar el tranquilo desasosiego característico de Pessoa y derramarlo sobre una Lisboa timorata, cohibida por la dictadura salazarista que oscurece con sus sombras la ciudad de la luz.

Ricardo Reis, un médico de origen portugués que vuelve a su ciudad natal después de haber vivido durante muchos años en Brasil, abandona su profesión para deambular sin rumbo por las calles húmedas de Lisboa, envuelto en un halo de alienación y pérdida de identidad paulatina e irreversible. Sus pasos recorren los adoquines, las plazas y las cuestas por los que la brisa atlántica esparce la presencia intermitente de Pessoa, hasta que el viento se lleve sus últimas palabras.

Sostiene Pereira

Antonio Tabucchi consigue inmortalizar en su novela la esencia blanda, líquida y multiforme de la literatura portuguesa en un ejercicio de gran conocimiento de la naturaleza lusa y de flexibilidad estilística. Pereira es un periodista sencillo, despojado de grandes pasiones y enfocado en la sección cultural del periódico para el que trabaja, como el mismo sostiene. Una bondad genuina y humanitaria que intenta no ser fagocitada por el cinismo autoritario de la dictadura, una nostalgia idealizada que seda sus inquietudes. Omelette a las finas hierbas y limonada es el leitmotiv gastronómico de este melancólico bocado literario, sobre el que se extiende una fina capa del inconmensurable legado pessoano.