Caen los últimos rayos de sol y tiñen la tarde, el duende sonríe y comienza su baile, el juego gratificador con donaire, muestra su arte. Los ecos del cante se entonan en lo alto del monte, embrujador, envuelto en todos los tonos, bulerías, saetas, penas y alegrías. Son señales de la pasión, de la grandeza y del misterio del Sacromonte, que envuelve el regocijo de una ciudad como Granada que encierra múltiples bellezas por sus aires.

Las cuevas

El monte guarda misterios, encierra palacios en sus entrañas de roca, sobre sus entusiasmos, sobre la tierra y el encanto; sobre la piedra y el calvario, sobre su pasear de voces y la magnitud del escenario.

Detrás del Albaicín, enfrente de la Alhambra se encuentran las cuevas de donde escapan los murmullos, la voces del cante gitano, los hoyos blanquecinos, viviendas encantadas, donde la roca caliza, la piedra dura forman la cúpula abrigadora desde donde susurran los ecos, el vino embriagador y el baile.

Las cuevas son la casa, el recinto, donde viven, se levan, cantan y bailan; es la gruta magistral del arte, es la obra creada por la naturaleza y sus propias manos, es el lugar donde se enaltecen, nacen y crecen bailaores, cantaores, poetas, artistas hechos a medida de sus hábitos.

El baile

El arte se vuelve movimiento, estupor en el cuerpo vuelto pulcritud, figura colosal que se recrea, armoniosa realidad que embellece el aire.

El baile es el donaire al compás de los sonidos de las palmas y el tablado, como un tambor que hierve, un corazón que palpita hasta el éxtasis.

El ritmo se vuelve lumbre, la lumbre se vuelve hambre y el taconeo se entierra en cada astilla de la tarima unánime. Todo se convierte en fiesta, en júbilo, una algarabía con solo mover el cuerpo que es estética y belleza.

El cante

El cante es el dolor y el gemido, una expresión de manifiesto, la elocuencia, el espíritu y el alma revuelto, el trinar de un ave arañando las ramas con su aleteo, el Flamenco es el clamor del pueblo andaluz, es la creación nacida y expandida por el mundo como polvo revuelto, y sin duda es.una influencia inequívoca en otras músicas del universo.

La pureza del flamenco es el legado de los antepasados como un testamento, es una huella, una insignia indeleble que se transfiere por generaciones y que nunca muere por ser una expresión genuina, abierta a otras influencias venidas de otros ritmos, rumores sonidos y acentos..

El legado del cante flamenco es la marca que se ha transmitido por generaciones y años, es la recopilación de los sentimientos, de las vivencias, de todos los argumentos legendarios. Los espasmos de las guitarras vomitan y braman el dolor que desgarra, el cante que confunde y entraña la religiosidad y la pena que caracteriza al pueblo gitano.