El próximo 4 de febrero se celebrará la 31 Edición de los Premios Goya. Allí se premiará el buen trabajo de nuestros cineastas. Pero, ¿qué cinéfilo no soñaría con tener uno en la estantería de su salón? Pues hasta el pasado mes de diciembre era posible. Sólo hacían falta 5.000 euros y pasarse por el Cash Converters de Vitoria para que el Goya de 1992 al Mejor Guión Original concedido a la película “Alas de Mariposa” de los hermanos Bajo Ulloa, luciera en nuestras casas.

Un hecho insólito

La polémica estaba servida. ¿Es lícito vender este galardón?

Lo cierto es que en las bases de la Academia de Cine no existe ningún impedimento para la compraventa de su estatuilla. De hecho se especifica que el premio pasa a ser propiedad del galardonado, por lo que su conservación, guarda y custodia pasa a ser de su exclusiva competencia. Otra cosa distinta es si es moralmente reprobable o no. Ahí el debate daría mucho de qué hablar (si desprestigia los premios, si cada cual tiene la libertad de disponer de él como quiera…), pues ha sido la primera vez que se ha producido esta situación en la historia del Cine español.

A imitación de su homólogo, los Óscars

Tras este acontecimiento, la Academia de Cine se plantea prohibir la mercantilización de su “cabezón”, de un modo similar al que ya adoptó la Academia de Hollywood, en 1950, para frenar la diáspora de sus estatuillas.

Como su homóloga, incluiría una cláusula en la que se obliga a quién quiera desprenderse de su premio a revendérselo a la propia academia. En el caso de la americana, el valor establecido es el de un simbólico dólar.

Hasta 15 Óscars han salido al mercado para deleite de fetichistas y cinéfilos, ávidos de tesoros. Todos aquellos que fueron concedidos con anterioridad a esa fecha (1950) estaban exentos de tal prohibición.

Así, por ejemplo, Michael Jackson adquirió, por un millón y medio de dólares, el dorado trofeo otorgado a la mejor película de 1939 (“Lo que el viento se llevó); o los tres millones de dólares que se llegaron a pagar por el de mejor dirección a Michael Curtiz (“Casablanca”, 1940). Cantidades estratosféricas, que nada tiene que ver con el precio de salida de nuestro único Goya puesto a la venta.

Goya en venta por 4.999 euros

Ante todo el revuelo suscitado por la noticia de la venta, los propietarios de la tienda se vieron obligados a devolvérselo a sus dueños. Llevaba dos semanas en exposición pero, aunque había habido ofertas de compra, ninguna alcanzaba los 4.999 euros en el que se había fijado su precio. Una cantidad bastante elevada si tenemos en cuenta el coste de fabricación. Según el taller que los elabora, su valor material oscila entre los 900 y 2.400 euros. Una horquilla un poco amplia, pero aún así bastante por debajo de lo estipulado en la tienda de segunda mano. Lógicamente, en el caso de un Goya, el valor no lo da el continente, sino lo que representa.

Una curiosidad más

Como anécdota, la placa del susodicho Goya genera confusión. En ella se puede leer: Mejor Guión Original 1991. Con ese epígrafe, y si consultamos los anales de los premios, parecería que el galardón perteneciera a Montxo Armendariz, que fue quien se alzó con la estatuilla ese año por “Las Cartas de Alou”. Pero la Academia, en la ceremonia de 1992, quiso innovar y prefirió serigrafiar el año de producción de la película y no el de la edición de los premios, como había hecho y hace normalmente. Es decir, que sí sería el Goya otorgado a la película “Alas de Mariposa” de los hermanos Bajo Ulloa.