A grandes rasgos podemos observar en el desarrollo de la historia del Arte dos grandes momentos; el primero, iniciado por Leon Battista Alberti (1404-1472),transcurre hasta mediados del siglo XIX, en este periodo se intenta definir cual es el objeto de estudio de esta disciplina, que época estudia qué estilos y qué artistas.

En un segundo momento, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se discute cómo hay que estudiar esta disciplina para hacer una historia de la iconografía como ciencia. A partir de entonces, tres corrientes:

Una corriente de pensamiento positivista, conocida como La Escuela de Viena, defiende que las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu son iguales.Uno de sus más importantes representantes fue Alois Riegls (1858-1905), cuya contribución fundamental, es considerar las obras de arte como el resultado de la voluntad artística que se entiende como el espíritu de una época y de un lugar determinado.

Los historiadores del arte que siguen esta corriente consideran que la obra de arte sólo debe ser estudiada con “rigor científico”, a través del estudio de las fuentes.

Una segunda corriente, que se opone a las ideas historicistas defendidas por La Escuela de Viena, se centra en el estudio de la forma para entender la obra de arte. La obra de arte solo puede ser estudiada en sí misma dejando todo lo que es ajeno a ella.

Uno de los principales representantes de esta posición fue Heinrich Wölfflin (1864-1945), propone estudiar las obras de arte a través de términos como lo lineal, lo pictórico, la superficie, la profundidad, la forma cerrada y la abierta, pluralidad, ambigüedad y otras de la misma naturaleza.

La tercera corriente en la historia del arte, surge a partir de la actividad de Aby Warburg, el estudioso alemán que funda a principios del siglo XX una biblioteca “para la historia de la cultura”, que fue el primer núcleo del Instituto Warburg, después trasladado de Hamburgo a Londres y todavía hoy activo; en su ámbito trabajaron estudiosos como Sax, Panofsky y Gombrich.

En oposición al formalismo, Warburg dirigió todo su interés al significado de la obra, al contenido de las imágenes Warburg propone una interpretación cultural de la forma artística y le da el nombre de “iconología”. El término había sido usado en 1593 por Cesare Ripa como título para su colección de símbolos y emblemas ilustrada con personificaciones de conceptos abstractos en forma de figura humana.

Con Warburg, la iconología se convierte en una rama de las ciencias históricas para el estudio de las civilizaciones; tuvo muchas críticas pues le decía que se fijaba en el contenido y despreciaba la calidad artística.

Panosfsky propone que la interpretación iconológica es el medio para alcanzar el “significado intrínseco o contenido” del tema de la obra, que revela la actitud de fondo de un pueblo, de un periodo o de una clase.