La identidad de género es un elemento tabú para muchas personas que no aceptan realidades más allá del esquemático binomio entre lo masculino y lo femenino. Sin embargo, por más que pese a algunas personas marcadas seguramente por la incomprensión y el desconocimiento, lo cierto es que existen muchas posibilidades diversas que, gracias a la Libertad obtenida tras siglos de lucha, se hacen cada vez más evidentes y visibles en las sociedades occidentales.

Sin embargo, no podemos pensar que nos estamos instalando en la vanguardia y marcamos el paso de la integración por estos avances.

Lo cierto es que existen algunas etnias y culturas no occidentales que tienen la diversidad de identidad de género muy asumida e integrada con total naturalidad desde hace siglos. Este es el caso de la cultura Bugi de Indonesia que cuentan con un total de 5 géneros diferenciados, asumidos y totalmente naturalizados dentro de su sociedad.

Los Bugi pueden ser hombre femeninos (calalai), hombres masculinos (oroani), mujeres masculinas (calabai) o mujeres femeninas (makkunrai) además de los denominados bissu, sacerdotes transgénero. De este modo, el género de las personas que conforman esta sociedad no está establecido de forma determinante y férrea según las características físicas que presenta el individuo al nacer sino que se basa en elementos más sutiles que conforman la personalidad, la forma de ser, los intereses, la sexualidad o la vestimenta conformando una caracterización flexible y adaptable.

Esta fórmula de alta integración presenta una posibilidad de libertad y desarrollo de cada persona que ofrece muchas opciones sin necesidad de aferrarse a una dicotomía férreamente establecida. Los conceptos de masculinidad y feminidad se disuelven en categorías más sutiles que hacen posible a cada individuo encuadrarse en la posición que le resulte más cómoda construyendo así la identidad de género de una forma social y evolutiva que es aceptada de forma natural por todo el grupo.

Se trata, sin duda, de una forma eficiente y natural de permitir el desarrollo de las personas sin la presión innecesaria, el rechazo social, la duda, la inseguridad y la necesidad de enfrentar con valentía situaciones que marcan la vida de un individuo que no se siente identificado con los géneros establecidos de antemano por las sociedades occidentales.