La rendición de un bando en guerra no es sinónimo del fin de ésta. Esto fue lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, donde la rendición oficial de Alemania no supuso el fin del movimiento nazi.

En las postrimerías de la guerra y con la más que posible derrota de Alemania, los líderes nazis buscaban desesperadamente alguna forma de frenar la rendición. Como última opción y a la desesperada, Heinrich Himmler ordenó la formación de pequeños grupos de resistencia nazi - normalmente de 4 ó 5 miembros y donde también admitían a mujeres - cuya función era organizar una guerra de guerrillas y apoyar al ejercito convencional creando disturbios, sabotajes, asesinatos y atentados contra los aliados y alemanes que apoyasen a los aliados.

A estos pequeños grupos de resistencia nazi, dependientes de las SS y las juventudes Hitlerianas, se les llamaron comandos de "hombres lobo".

Ante el avance de las tropas rusas por el este y aliadas por el noroeste, estos grupos se mezclaban con los ciudadanos intentando pasar desapercibidos, infiltrándose ente las primeras líneas de los ejércitos enemigos. Una vez llegados a este punto, tenían órdenes de atacar las líneas de suministro, combustible y otros objetivos oportunos, así como eliminar el máximo número de soldados enemigos con sus emboscadas.

Con el avance aliado por los pueblosdel noroeste de Alemania, limítrofes con Holanda y Bélgica, los americanos restablecieron las administraciones locales con personal alemán contraria a la ideología nazi.

Siete alcaldes de pueblos con administración restablecida fueron asesinados por parte de comandos de hombres lobo, causando tal terror que se hizo casi imposible encontrar personas que quisieran ocupar el puesto de alcalde. En todo el país, numerosos detractores o presuntos “antinazis” fueron asesinados, incluso antes de la llegada de tropas aliadas, intentando así sembrar el terror para evitar el “cambio de bando”.

Cuando llegó la rendición oficial de Alemania, hombres lobo planearon en secreto el resurgimiento del III Reich, negándose a acatar la rendición y ocupación aliada basándose en que Hitler estipuló que cualquier comandante alemán que decidiera acabar con la lucha debería ser retirado y sus órdenes quedarían sin validez. Desde 1945 y 1948, numerosos grupos de la resistencia nazi realizaron ataques contra las fuerzas de ocupación, llegando a registrar más de 500 actos criminales en menos de 3 meses.

Los aliados tomaron medidas y una serie de polémicas represalias para hacer frente a estas guerrillas, llegando a violar la convención de Ginebra, que prohibía tomar represalias generalizadas por ataques de grupos reducidos. Más de mil alemanes fueron acusados de pertenencia de armas y castigados en campos improvisados, por las fuerzas de ocupación.

Finalmente, las represalias junto a las manifestaciones de ciudadanos alemanes cansados de guerrillas y represalias y la condena a muerte del líder de las guerrillas, Siegfried Kabus, condujo al cese de actividad paulatino de los grupos de resistencia nazis.