Muchas veces tenemos entre las manos relatos que nos entretienen, que nos hacen pasar un buen rato pero que al concluirlos no nos dejan mayor poso y empezamos otra novela con la naturalidad de ese gesto consistente en cambiar de canal en la televisión tras el visionado de un programa que no tardaremos en olvidar. Pero Cien años de perdón son palabras mayores, se trata, más que de una lectura, de una experiencia. Y esas no se quedan atrás tan fácilmente.

Recorrer con el inspector Ramos los escenarios de ese Alicante turbio, poblado más por el oscuro pasado de sus personajes que por un lúgubre presente que no esconde nada bueno, aunque pueda parecerlo, es algo tan intenso que el lector que se adentre en sus páginas quedará indefectiblemente marcado.

Ya pasó antes en el mundo de la literatura, por ejemplo con Intemperie, de Jesús Carrasco, y volverá a ocurrir, y cada vez que suceda lo celebraremos, porque habiendo como hay tantas historias esperando a ser descubiertas, no todas las que lo consiguen logran atraparnos de tal manera que lleguen a formar parte de nosotros.

Cien años de perdón se lee con pasión y con un claro deseo: uno espera que el autor, por muchas tramas que introduzca, las resuelva de manera redonda para el contexto de las mismas y aunque suele ser así, no en todas las ocasiones el mosaico resultante revela un cuadro creíble. Y aquí nada falla, todo concuerda, tanto que a veces duele. El abismo al que Ramos se asoma llega a ser claustrofóbico y por momentos insoportable.Pocas veces fueron tan oscuras las piezas del puzzle.

La prosa de Claudio Cerdán es un prodigio. Nos lleva por recovecos impensables y nos sacude contándonos lo que ve en ellos. A cada giro de la narración nos sumerge un poco más en ese ambiente corrosivo del que parece imposible salir. Y todo por intentar esclarecer un caso que aparentemente no tiene complicación alguna y que parte del personaje de un chiquillo de quince años metido en el mundo de la droga.

La novela negra, también conocida como género policíaco, es muy llamativa, porque retrata el lado menos humano del hombre, generando un morbo que atrae y produce rechazo al mismo tiempo. Pero no todos los escritores pueden acercarse a él y convertirse en referentes. Claudio Cerdán sí, ha sido perfectamente capaz,Cien años de perdón es la prueba.