El camino, no solo es un recorrido geográfico, sino que es un recorrido espiritual, místico, iniciativo, cultural, es más que un camino para transitar, es de transformación, y desde este punto de vista se convierte en fascinante, porque no hay dos personas que hayan recorrido el camino, sea parcial o total, que hayan tenido las mismas sensaciones, todos ellos coinciden en afirmar que les ha cambiado, les ha transformado, el paisaje y el paisanaje que se encuentra se funden en una obra alquímica, para que el verdadero peregrino llegue a la meta final, que no es la Catedral de Santiago.

La meta final es Finisterre, donde termina el mundo, donde se muere para renacer.

El momento histórico en que se comienza con el mito del camino, con la tumba de Santiago, al que al día de hoy todavía se sigue debatiendo si es la de Pristiliano, o de algún hombre importante de la Edad Media, pero el personaje en sí no tiene tanta importancia como el enclave, porque si vamos a probabilidades históricas allí no puede estar enterrado el Apóstol Santiago, pero da igual, pues la clave está en el lugar, es el mismo poder que hay en Montserrat, Lourdes, o miles de lugares en el mundo, eso es lo que condiciona el itinerario, esa gran vía espiritual que dio como consecuencia, la fundación de ciudades, de templos, de hostales o de monasterios, lo esencial es; cómo un camino puede generar tanta leyenda, tanta pasión, convirtiéndose en el epicentro, en una vía láctea de espiritualidad.

Las personas ya lo recorría antes de que presuntamente estuviera la tumba del Apóstol Santiago, por el año 814, ya era un camino pagano, pero un camino religioso, luego se cristianiza, se convierte y por circunstancias muy claras; en plena reconquista fue como un aliciente, un apoyo para animar a las tropas cristianas, diciéndole que aquella tumba era la del Apóstol Santiago, como un auto de fe, ya que no había pruebas, pero aquello generó una expectación que motivó a las tropas cristianas para decirles que Santiago estaba con ellos.

Unos años después en una batalla, dicen ver a Santiago Apóstol, montado en un corcel blanco defendiendo los intereses cristianos en contra de los sarracenos. Toda estas leyendas que se generan en el siglo IX y siglo X en adelante, viene motivada por unas ansias espirituales de encontrar un lugar o un personaje o un mito que lo personificó perfectamente: Santiago, para comenzar con un recorrido que ni ellos mismos imaginaron, que hasta hoy en día tiene tanta trascendencia.

Uno de los Códices Calistinos sirvió para explicar que ése camino era transitable, que no se corría peligro, ahí aparecen los Caballeros Templarios, hito fundamental para entender ciertos enclaves históricos, y ciertos símbolos esotéricos que transcurre por ese camino, y donde también encontramos las famosas PATAS DE OCA, es decir esas marcas de dejaron los canteros, esos símbolos de reconocimientos que luego con el tiempo se va convirtiendo en un juego aparentemente infantil, pero que esconde en sus claves una serie de enseñanzas profundas, de transformación interior.

No hay nada al azar, es un principio básico, todos los símbolos están puestos para interpretarlos, es un lenguaje que siempre ha estado ahí, el símbolo es inmutable, tiene que estar ahí para comunicar el tipo de energía de ese lugar.

Hay una teoría que los Caballeros Templarios fueron los que idearon y crearon este Juego de la Oca, como símbolo iniciativo de conocimiento, ésta orden de monjes guerreros nacen con el propósito de custodiar y proteger a los peregrinos y es justamente lo que se hace en estas casillas. Las casillas oca que son las más importantes pues son las que conducen directamente a otras que protegen y te hacen avanzar, de alguna forma tienes esos castillos y esas encomiendas para proteger a los peregrinos.

Los Templarios pusieron en distintos enclaves del camino, símbolos de reconocimiento, Para ver un poco el simbolismo y la profundidad que tienen, colocaban monasterios, ermitas, vírgenes negras y otras cosas como la reiteración del número 9, que es el de la percepción, es el alfa y el omega, el de la resurrección, es una clave, o el número 63, las 63 casillas del juego que representa los 9 siclos en la vida de una persona de 7 años cada uno, las patas de oca, que aparecen como marcas de canteros en mucha de sus construcciones.

Como dato, la Catedral de Santiago tiene 63 vidrieras y 63 columnas, 9 bóvedas, 9 coros y 9 torres, en el Pórtico de la Gloria, se representa a Jesucristo rodeado de cuatro evangelistas, San Juan aparece con una oca en la mano.

El gremio de los canteros, Hermanos Constructores, tenían como símbolo de reconocimiento el caracol, el espiral, y la pata de oca. La espiral está en la casilla 42 del tablero, formando el laberinto, es decir que éstos signos que formaban parte de los constructores, de los que conocían y tenían el arte sagrado de la arquitectura aparecen en lugares estratégicos en el camino, y en el juego, las espirales y las patas de oca, capiteles con el cuello de la oca entrelazado, se ven a lo largo del camino.

¿Porque una oca? Es que este animal tiene un profundo simbolismo, la oca es volador, es terrestre y es acuático, es decir que domina los tres elementos, le falta el fuego, el fuego purificador y este es el que se tiene que ir construyendo mientras el peregrino va avanzando por el camino hasta que llega a la meta final. Todo es símbolo nada es casual.

El juego de la Oca entonces es un mapa cifrado del Camino de Santiago, cada etapa del camino corresponde a una casilla del juego, que comienza en Roncesvalles y termina en Finisterre, y en el que los Templarios marcaron lugares que tenían una significación para ellos y que lamentablemente con el tiempo y los descuidos algunos se han ido borrando, pero sabemos que los monjes han dejado guías en piedras, puentes, cárceles, pozos, cementerios, lugares que están marcados en el juego y que las soluciones resultan diferentes según cada época en que se juegue.

Están todos invitados a recorrer el Camino Francés a Santiago, y junto a un tablero del Juego de la Oca ir descubriendo esos lugares de gran poder que nos dejaron los Caballeros Templarios hace siglos, para nuestra transformación interna.