Durante muchos miles de años, prácticamente desde antes de la existencia de Jesucristo, la figura del gato ha sido concebida por el ser humano como una compañía divina, pero su historia antes de esos tiempos es casi desconocida. En la larga cadena evolutiva de estos Animales, se puede afirmar que sus ancestros empezaron a habitar la Tierra hace sesenta millones de años con los Creodontos del Paleoceno; en segundo lugar estarían los Miácidos del Eoceno, concretamente la subfamilia Viverravinos, originando un grupo de mamíferos carnívoros feliformes.

Dentro de éste suborden, aparecerían hace unos veinte millones de años en el Mioceno, los Pseudaelurus, un género extinto considerado ancestro de otros félidos como los leones y panteras. Hace doce millones de años aparece el Felis Lunensis, considerado antepasado del gato montés actual, y dos millones de años más tarde la evolución nos traería al Felis Silvestris, género al que pertenece el gato doméstico actual. En realidad esta escala evolutiva es mucho más compleja, pero a grandes rasgos, este sería un resumen de cómo fueron apareciendo estos animales en el planeta.

Una de las principales razones por las que el hombre domesticó al gato fue debido a la aparición de la agricultura, durante el Creciente fértil.

Los roedores eran atraídos por el almacenaje de las cosechas, y con ellos aparecerían sus depredadores que eran los gatos. Los humanos pronto cayeron en la cuenta de los beneficios de dar mantenimiento y cuidados a quienes protegían sus alimentos. Con el tiempo, en una cultura como la Egipcia estos animales adquirirían divinidad, pues serían un símbolo de fecundidad y belleza, y se le llegaron a atribuír cualidades místicas como la de velar por el alma de los muertos.

Un ser humano que atentara contra un gato era castigado con la pena de muerte, ya que los faraones llegaron a imponer una protección rigurosa para ellos, y pronto se hicieron animales considerados sagrados y que representaban a deidades como Bastet.

Pero todo esto no fue un golpe de suerte para el animal, él mismo se labró su reputación entre los hombres de esa época debido a su docilidad y gracia.

Antes que ellos, en Egipto ya se tenía una religiosa lealtad hacia los felinos como el León, pero éste imponía demasiado respeto por su fiereza. La aparición del gato no hizo más que facilitar la adoración de esta especie, y la introducción de su vida en la de los hombres. Las ventajas de su presencia fue de boca en boca hasta que otras culturas, a espaldas de la protección bajo la que estaban estos gatos gracias a los faraones, empezaron a comerciar con ellos extendiendo su presencia en otras poblaciones e incluso cruzando continentes.

Con toda esta historia detrás, para quienes estemos acostumbrados a ellos resulta fácil entender el sitio que se ganaron los gatos en culturas tan antiguas, y es difícil entender que en la mentada modernidad de los tiempos que corren haya cambiado tanto el panorama para este pequeño animal.

Recientemente, en el caso de España, la Ley de Caza ha sido modificada permitiendo la cacería de animales domésticos como el perro y el gato, algo que choca con las actuales Leyes de protección animal, y con los delitos tipificados en el código penal correspondientes al maltrato de animales domésticos.

Existen muchos mitos en cuanto al comportamiento y carácter de los gatos, mucha gente se muestra reacia a la convivencia con ellos y se dan por sentadas reglas que nos hacen apartarlo y verlo como un ser de naturaleza salvaje, sibilina y traicionera. Si extrapolásemos estas mismas reglas a un perro, a un hurón, a un hámster o a cualquier animal hasta hoy domesticado por el hombre, sencillamente nos encontraríamos con el mismo resultado.

Y es que en la naturaleza de cada animal existe algo ajeno a nosotros, ya que son seres que de no pertenecernos, seguirían con sus vidas y sus instintos tan básicos y primitivos que les harían evolucionar a cualquier otra cosa menos la que conocemos: el perrito que mueve el rabito al llegar a casa, el hurón que persigue una pelota y que se revuelca para dejarse dar unos mimos, el bichito boludito y peludo correteando por un tubo de plástico o una rueda. Mismamente el gato que se tira en el suelo o se arrima a tu pierna frotándose en ella.

Sin embargo, en el caso de los gatos, hacemos siempre una excepción y nos mentalizamos a que son seres incorregibles e indomables. Pero entonces, ¿qué masoquista sensación llevó a los Egipcios a verlos como Dioses?

No tenemos que ser egipcios para comprenderlo, sólo respetarlos tanto como lo hicieron ellos y tomarnos la molestia de observar su comportamiento y dejarlos entrar en nuestras vidas. No es un ser básico, aunque tiene necesidades básicas si nos referimos a domesticación. Es un animal complejo, cada ejemplar puede mostrar actitudes, aptitudes y carácteres diferentes, poseen una inteligencia casi abrumadora y sus cualidades físicas son superdotadas.

En sí mismo no podría considerarse un animal para domesticar, no es equiparable el cuidado y atención que puede tenerse con un perro a la que se le puede tener a un gato. Podría decirse más bien, que es un animal de compañía que posee la suficiente autonomía para solventar él mismo necesidades como el juego, el aseo o la realización de sus necesidades en sitios adecuados, pero que a su vez depende de nosotros para otros aspectos como el cuidado de su salud y el fomento de actitudes y costumbres positivas. El resto es mera convivencia, sin embargo, se hablará más adelante de aspectos etológicos a tener en cuenta para una vida de calidad y plena al lado de ellos.