El Blanco simboliza paz, amor y humildad. Es el color más utilizado por los pintores y el bote más grande de pintura. Es el cuarto color primario puesto que no se puede sacar mezclando otros colores y jamás va al lado del marrón en ningún acorde cromático. Es un color noble, femenino y débil. Es el color de la túnica de Cristo el día de su resurrección y la hostia (su cuerpo) también es de color blanco.

Cuando las mujeres estadounidenses se echaron a la calle, pasada la guerra de la independencia, para iniciar el movimiento sufragista y defender sus derechos, incluido el derecho al voto, también vestían de blanco que, junto con el morado y el oro, representaban los colores de esta corriente.

Y eso es lo que han vuelto a hacer en el primer discurso del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

No es que usen dicho color para “vestir como mujeres” ni porque “todas las mujeres tengan que tener un aspecto concreto que implique lucir impecablemente en todas las ocasiones”. Lejos de eso, Señor Presidente, las mujeres Demócratas usaron trajes blancos la noche anterior como símbolo de protesta hacia su persona y de “solidaridad hacia las demás mujeres de la nación”.

En concreto fueron 78 mujeres (16 en el senado y 62 en la Cámara de Reprensentantes) las que llenaron los escaños del capitolio, con sus trajes del mismo color impoluto, para escuchar lo que Trump tenía que decir (o no) sobre la inmigración.

La que fuera candidata a la presidencia, Hillary Clinton, también usó este color el día que aceptó dicha candidatura, así como, la primera mujer candidata a la vicepresidencia de EE.UU. en 1984, Geraldine Ferraro.

Los habrá que piensen que no es un color, los habrá que piensen lo contrario, pero está claro que el poder del blanco como metáfora en la historia y, ahora en la política, es superlativo. Posiblemente esto no haga al presidente detenerse en su afán por controlar su particular moda femenina pero, por lo menos ahora sabrá las últimas tendencias dentro del congreso.