Preludio: piénsese en un piso A, en el que vive una sola persona, que se tiene que encargar de hacer la compra, cocinar, limpiar (toda la casa), lavar los platos y poner la lavadora. Ahora, piénsese en un piso B, que es compartido, y en el que viven cinco personas, y cada cual se dedica a hacer una de las tareas enumeradas. ¿Quién/es vivirán más felices, o al menos con menos carga de trabajo? Sobre esto, a gran escala, va este artículo, y por tanto la Unión Europea.

Hace 60 años fue creado el mayor espacio de derechos, paz y oportunidades que jamás ha existido en la Tierra.

El 25 de marzo de 1957, seis países (BeNeLux, Francia, Italia y la RFA aplicaron el sentido común, al crear una economía de escala, concepto económico que desarrolla la popular frase de “si nos organizamos, todos tendremos sexo”. ¿Y si en vez de tener que producir todos los bienes y servicios que nosotros necesitamos, país X, producimos solo aquellos que se nos dan mejor? Y así se decidió, y así se hizo. Y a partir de ese momento, ciertamente, la vida de las gentes mejoró.

Hace 60 años, seis países decidieron iniciar a montar un piso compartido. A este piso, posteriormente, se incorporaron más vecinos, y acabaron por construir un edificio entero, con 28 vecinos. Más allá de lo bonita que pueda ser esta metáfora, la clave de ello es que fue útil.

Las economías nacionales de esta “Comunidad” de vecinos se disparó desde entonces - la renta media per capita se ha multiplicado por 20 desde la firma de la CECA -; se construyeron Estados de Bienestar creadores de igualdad de oportunidades para no dejar a nadie en la cuneta; y, lo más importante, base de todos los derechos humanos: se creó un espacio de paz entre vecinos que se habían estado matando durante el siglo XX.

Todo ello, no conviene olvidarlo, desde el libre intercambio de bienes y servicios.

Actualmente, es sabido que este bloque de vecinos necesita una reforma, y no conviene mirar hacia otro lado. Algunos inquilinos ya han empezado a protestar - ¿con razón? - sobre su insatisfacción, anunciando que quieren volver a su casa en el campo, para hacer todas sus tareas del hogar solos sin cooperación.

Porque así serían más felices, alegan. No obstante, habida cuenta de la historia que precede al proyecto europeo, durante estos 60 años, ¿alguien, desde una perspectiva racional, querría irse de esta comunidad de vecinos? Bien pudiera ser, si esas necesidades básicas no se ven satisfechas - o no se tiene tal percepción.

Que nos sirva este 60º Aniversario de la UE como reflexión de autocrítica, en tanto vecinos de ese bloque, para ver dónde falla, y cómo podemos mantenerlo, al menos, 60 años más. Y, por cierto, creo que lo haremos. Para afrontar el siglo XXI, no nos queda otra.