Avión hasta Erbil, hotel a 50 euros la noche, chaleco antibalas, casco, máscara de gas, seguro, fixer que traduzca del árabe, proporcione contactos y ayude a pasar los puestos de control e imprevistos que se pueden leer como sobornos y que pueden llegar a ser cuestión de vida o muerte. Son algunos de los gastos, para sólo diez días, a los que se enfrentan los periodistas que pretenden cubrir por cuenta propia la liberación de Mosul (Irak) de manos de Estado Islámico. El presupuesto aproximado ronda los 3.500 euros, el ingreso por vender una noticia oscila entre los 60 y los 100 euros, en la web pueden no alcanzar los 30 euros.

Dedicarse al periodismo de Guerra parece ser más que nunca un oficio por amor al arte.

Desde de que los grandes medios prescinden de sus corresponsalías y muchos de los nuevos como The Boston Globe nacen incluso sin ellas, la información la deciden un número reducido de agencias internacionales. La pluralidad de voces ha disminuido. En palabras de la periodista y escritora Olga Rodríguez, en una charla sobre periodismo internacional organizada por la Casa Morada de Madrid: "Estamos condenados a ver el mundo a través de dos o tres grandes ojos".

Cristina Sánchez, directora de Países en Conflicto de RNE, ha compartido su asombro acerca de los comentarios en Twitter que criticaban que las cadenas de televisión españolas no hubieran cortado su programación habitual para emitir la última hora del atentado de la sala Bataclán en París: "¿Cómo iban a hacerlo?

No tienen corresponsales".

Rodríguez ha denunciado que esta falta de corresponsales responde a unos intereses que nada tienen que ver con el papel de cuarto poder que deberían desempeñar los medios de comunicación. Asimismo, ha asegurado que estos recortes no responden tampoco a lógicas económicas y ha señalado gastos superfluos como los salarios millonarios de los magnates de la comunicación, los chóferes o las fiestas.

Lo que el lector realmente quiere

Tampoco es cuestión de que la información no venda. Según ha afirmado el periodista de El Confidencial y antiguo corresponsal de ABC en Estambul Daniel Iriarte, una de las piezas más leídas en 2015 fue What ISIS really want (Lo que Estado Islámico realmente quiere), de The Atlantic, un reportaje que tardó nueve meses en producirse.

El público demanda información de calidad; algo que no parece tener cabida en conexiones de 30 segundos en televisión o radio o en unas líneas de periódico.

La autora de 'El hombre mojado no teme a la lluvia. Voces de Oriente Medio' ha destacado la importancia de la contextualización y cómo se hace cada vez más difícil de trasladar a los lectores. Así, ha recordado una ocasión en la que nada más llegar al aeropuerto de Saná (Yemen) le pidieron una crónica y al comentar que aún no tenía nada le mandaron leer un teletipo de agencia: "Los medios están más preocupados por aparentar que se informa que por informar". A ello se refiere también Iriarte, que ha desvelado que las redacciones se jactan de tener corresponsales, pero quienes firman desde el extranjero son autónomos.

Rodríguez ha hecho un llamamiento para que la concepción de información como mercancía trascienda a la de interés público. Esta necesidad se vuelve especialmente apremiante a día de hoy, cuando fruto de la globalización, estamos más interconectados que nunca y los acontecimientos en otros lugares del planeta nos afectan tanto como los nacionales. "Una sociedad desinformada es una sociedad manipulable", ha sentenciado.