La criminalidad en Venezuela ha aumentado en estos últimos tiempos de una manera alarmante y dramática; la oposición dice que esto es culpa del Gobierno y este último argumenta que la oposición la fomenta con sus llamados a la violencia para hacerse con el poder; mientras tanto... cientos de vidas se pierden en una ola de violencia sin freno ni piedad, y cada día el venezolano de a pie se siente más desprotegido a merced de una delincuencia que profesa un desprecio total hacia la vida humana. El delincuente no se conforma con despojar a las victimas de sus pertenencias, también tiene que quitarle el hálito; pareciera que con el objeto de que quede claro de que ellos son los que tienen el control y para este fin no dudan en infligir el mayor sufrimiento y sentimiento de impotencia a la familia, célula de la sociedad y por ende, a la sociedad misma.

¿Cuántas veces los venezolanos nos hemos hecho la pregunta?: ¿Cómo llegamos a esta situación infernal de criminalidad en Venezuela? Unos años atrás era inconcebible pensar que unos presos pudieran tener el control de una penal o el de una ciudad; menos el de un Estado. Porque es conocimiento de todos que algunas (no me atrevo a decir que todas) cárceles venezolanas son centros en donde se planifican secuestros, robos, cobros de vacunas (extorsiones), órdenes de ejecuciones, etc., etc. Desde allí se decide cosas tan sencillas cómo si un pueblo celebra o no celebra las navidades o, cosas supremas cómo si una persona vive o muere. También era impensable que las cabezas de los decapitados fuesen lanzadas frente a las estaciones de policías o las guindaran frente a un puente o pasarela a la vista de todos los transeúntes.

Todo esto, para el venezolano, eran escenas de películas fantásticas o de terror.

Ahora, sin deseos de descalificar las acciones que el Gobierno ha tomado para tratar de revertir o disminuir los índices de criminalidad, la OLP (operación de liberación del pueblo) ha demostrado ser efectista, más no efectiva, y una patente de corso para que los funcionarios que la conforman se hagan policías, jueces y verdugos; complicando el panorama ya maltrecho y desalentador.

Dicho esto, es obvio que el problema de la criminalidad en Venezuela es extremadamente complejo, y por lo tanto reclama del concurso de todas las ciudadanas y ciudadanos de buena voluntad, para que en una acción sin precedentes nos unamos en una gran cruzada; sin distingo de clase, religión o posición social; poniendo a un lado los intereses políticos y mercantilistas con el objeto de encontrarle una solución efectiva y duradera que evite el ciclo pernicioso mediante el cual un delincuente es sustituido por otros jóvenes que podrían tener un destino mejor.

Sin duda alguna este es el camino que debemos recorrer para hacer cesar el baño de sangre que enluta todos los días a muchos hogares venezolanos.