Según revelan múltiples estudios, el estrés es uno de los males del siglo veintiuno. Muchas investigaciones interdisciplinarias -medicina, psicología, nutrición, entre otros- concluyen en que llevar rutinas estresantes influye negativamente en la calidad de vida y, por lo tanto en la salud. En este sentido, el desorden ha sido considerado un factor de estrés.

Al igual que nuestra forma de vestir o el lenguaje que usamos, el espacio en el que vivimos también "habla" acerca de nosotros. Esto se produce a través de la decoración, el mobiliario, los colores, el estilo y, claro, el orden (o desorden) en el que se mantiene a las habitaciones.

En relación al estrés, se ha demostrado que aquellas personas que descuidan la organización del lugar que habitan son más propensas a sufrir enfermedades vinculadas al estrés.

¿Qué causa el desorden?

Tanto el orden como el desorden tienen orígenes diversos. En general, se trata de hábitos muy arraigados en la persona que parten de su experiencia de vida familiar. Sin embargo, más allá del peso de la herencia y las costumbres en el seno de una casa, existen casos de individuos que han modificado conductas como producto de una situación traumática: tener un hijo, separarse de la pareja, perder el trabajo, entre otras. Estos cambios repentinos pueden traer consigo mutaciones en las conductas: los que eran muy ordenados pasan al desorden absoluto o, lo contrario, quienes se vanagloriaban de que su casa era una caja misteriosa, se enlistan en el grupo de los ultraordenados.

En cualquiera de los casos, el motivo suele ser una situación de estrés traumático. Y dentro de este grupo de "conversos" quienes se llevan la peor parte son los desordenados.

Desorden externo ¿desorden interno?

Cualquiera sea la razón, lo cierto es que en general, el desorden dentro del espacio en el que se vive, viene acompañado de emociones negativas como la angustia, el desgano, la sensación de fracaso y la tristeza.

El simple hecho de encontrar cosas fuera de lugar, acumuladas en estantes, sillas o mesas, con polvo, provocan saturación visual, y por lo tanto, cansancio. Este es el mayor obstáculo al que se enfrentan quienes tienen una casa "patas para arriba": la falta de energía.

Como ya se sabe, el estrés es la reiteración constante de una situación negativa que porta un resultado siempre negativo.

Esto es lo que los especialistas llaman distrés y que se diferencia del estrés positivo (eustrés). Dentro de este panorama, un ambiente descuidado, que provoca saturación visual, se considera un potencial generador de estrés negativo. La derrota diaria-muchas veces inconsciente- a la que se enfrentan los desordenados hace les cueste revertir la situación. Desde esta perspectiva, la cuestión de la limpieza y el orden tiene impacto en la salud.

Conclusión

Algunas personas que observan desde "afuera" situaciones de desorden tienden a juzgar de perezosos y haraganes a los habitantes de una casa descuidada. No obstante, como se mencionó anteriormente, existen causas más profundas que llevan a los individuos a manifestarse de esta manera.

Por ello, si lo que se quiere es romper con este círculo que pueden desembocar en el estrés y, por lo tanto, en una enfermedad, es necesario contar con la ayuda externa de un amigo, un familiar, o incluso, un psicólogo. El resultado de una casa organizada y limpia tendrá efectos emocionales, pues el orden revitaliza y ordena la mente. Como decían los latinos "mens sana in corpore sano".