La presunta competencia de las prospecciones de petróleo en aguas internacionales próximas a Canarias las tiene el estado español. Para bien o para mal, no las posee la Comunidad Autónoma Canaria. El presidente de gobierno isleño, Paulino Rivero (Coalición Canaria), pretendió en años pasados atraer para el archipiélago los beneficios de un posible hallazgo de petróleo y gas comercializables, cuando también en aguas marroquíes, justo en la latitud de Canarias, se estaban conduciendo abundantes prospecciones por parte de consorcios internacionales.

Ahora Rivero pretende abanderar, en un golpe de timón, a una parte importante de los canarios reticentes al petróleo. No se sabe muy bien qué pensar de esta repentina toma de conciencia ecologista. No se sabe cuánto de electoralismo populista tiene esta nueva postura de Rivero. Sería de agradecer cierta consistencia en alguna posición, máxime cuando el que la sostiene o abandona es un representante político de varios cientos de miles de personas, que depositan confianza en que ese líder vele por su bienestar y seguridad. Sobre todo porque también debería velar por los otros cientos de miles que no le han votado.

Haya petróleo o no, se explote o no, deje o no riqueza y trabajo en Canarias (y para los canarios), y quieran o no plataformas petrolíferas los isleños, no se fomenta más que la división intestina con estos bandazos políticos.

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Brufau, fiel a su cometido como empresario y responsable de una gran corporación (se limita a hacer su trabajo, como ha dicho el periodista Juan Cruz), ha emprendido una campaña de publicidad que seguro que no es barata. La poderosa Repsol ha creído necesario hacer promoción de las bondades de la explotación petrolífera en las islas.

Para ello pone como ejemplos a Noruega, Canadá y Reino Unido, países ricos, con turismo, y, he ahí la justificación, también con petróleo.

Por supuesto, un país no es igual a otro, y no es lo mismo una isla o un archipiélago que un continente. Ni tampoco se puede comparar como si lo fueran una región subtropical con una templada o incluso boreal, en lo referente a los impactos socioeconómicos y ambientales de la extracción y transporte de hidrocarburos, que aquí apenas sí han considerado las partes causantes del impacto.

Noruega muestra excelentes indicadores de desarrollo y bienestar porque tiene abundancia de recursos naturales, petróleo en particular, el cual se encuentra estatizado, pero no únicamente petróleo. También porque diversifica su planteamiento energético y tecnológico. Y aún así, los noruegos se preocupan por una dependencia creciente porque creen que el crudo propio les escaseará de aquí a unas tres décadas. En Canarias el estado de cosas es bien distinto. El territorio es limitado, depende del sector turístico en gran medida y no ha diversificado suficientemente su economía.

Esas campañas de propaganda son engañosas. El lobby petrolífero sabe cómo sacarle filo a la publicidad, y domina los tempos y las audiencias.

Le va en ello el éxito del negocio. Ahora bien, no le hace falta a una gran multinacional extractora tener contento a todo el mundo para triunfar en la consecución y comercialización de hidrocarburos; ni en la dominación del mercado energético y en la manipulación de los precios de la energía que usamos a diario. La mayor parte de ella proviene de los combustibles fósiles, sí. En particular en Canarias, donde más del 90% de la energía que se usa proviene de "necrodiversidad" fósil.