El 22 de noviembre de 1992 marcó un antes y un después en el Automovilismo de competición argentino.

Este deporte, que después del fútbol era el que más seguidores arrastraba, sufrió un duro golpe a partir de ese momento.

La categoría llamada Turismo de Carretera, nació en la década de 1930 y se hizo muy popular enseguida. El motivo de que tuviera tanta llegada con el público, estuvo dado en su cercanía con él. Los corredores que, a su vez, eran el único preparador técnico de sus autos. Las carreras en rutas pasaban por los pueblos y atraían a la gente a metros de los automóviles de sus ídolos.

Tal el caso del famoso Gran Premio de 1948, competencia que unió Buenos Aires con Caracas. Competencia de características casi demenciales por los peligros a los que se exponían los participantes atravesando rutas desconocidas en la cordillera para llegar a la capital venezolana después de recorrer más de 9500 kilómetros.

Este tipo de competición siguió su evolución y constituyó una fiesta cada domingo en que las cuatro marcas, Ford, Chevrolet, Dodge y Torino competían en rutas de todo el país. Era un espectáculo único en donde desde días antes de la carrera, impresionaba el ver los campamentos improvisados, las casas rodantes, los carteles de cada parcialidad que alentaba a sus ídolos y, como no podía faltar y en lo que coincidían todos sin rivalidades deportivas, el típico asado argentino.

Esta pasión nacional, también tuvo su lado negativo con muchos accidentes fatales que enlutaron la fiesta.

Muchos competidores y también espectadores, dejaron sus vidas en esas rutas angostas, con zanjas a su costado que no daban lugar a errores, con taludes y cruces ferroviarios en donde los autos llegaban a desarrollar más de 270 kilómetros horarios.

En ocasión del campeonato mundial de fútbol de 1978, unos periodistas extranjeros que cubrían el evento, fueron invitados a presenciar una de esas carreras en "circuitos semipermanentes". No podían creer el espectáculo que estaban presenciando: autos aparentemente de calle, que desarrollaban velocidades similares a la Fórmula 1, en rutas que no estaban preparadas para ello, hicieron que se les erizara la piel.

Una de las fechas clave para que se terminara con tal fiesta, fue ese fatídico día de noviembre del '92. Uno de los mayores referentes y quizá el más querido por todos independientemente de la marca a la que pertenecía, Roberto Mouras, el "Toro", perdió la vida junto a su navegante, cuando su auto se despistó y golpeó contra un talud de tierra.

Se apagó el fuego de los asados. Se silenciaron los cánticos. Las radios enmudecieron. Nadie podía creer la tragedia que había ocurrido.

Roberto Mouras, era uno de los mayores ídolos del Turismo de Carretera, habiendo sido campeón en tres oportunidades, fue comparado con los mayores ídolos deportivos, incluso con el quíntuple campeón mundial Fangio cuando conducía en su época previa a su periplo europeo.

Era un indiscutido referente no de una marca, sino del automovilismo en general. Su hombría de bien, su humildad y sencillez, además de su garra competitiva hicieron que todos lo amaran.

Después de la trágica jornada, empezó un planteo acerca de las carreras en ruta, que tuvo su final unos pocos años después con la prohibición de las mismas. Fundamentado en una lógica cuestión de seguridad, ya que las vidas que se perdieron valían más que la pasión, se decidió que sólo correrían en autódromos y circuitos habilitados para tal actividad, lo que afectó negativamente el clásico clima histórico...

Otros murmullan que sólo se trató de cuestión de negocios, ya que en las rutas, la publicidad no era tan buen negocio como en circuitos cerrados donde los ingresos por emisiones televisivas y por la publicidad darían jugosas ganancias que eran impensadas antes.

El resultado fue una caída abrupta del público, que en forma masiva dejó de concurrir a una fiesta que ya no era tal. Más bien pasó a ser solamente un medio de publicidad con corredores atados a sus promotores.