Sinónimo de constancia, dedicación, perseverancia, trabajo y más trabajo. Cristiano Ronaldo es un profesional en toda la extensión de la palabra, además de lo obvio: un futbolista de época, pero sobre todo, un goleador mítico.

Y es que el cuatro veces Balón de Oro, candidatazo en 2017 a un quinto galardón de France Football, ha conseguido reinventarse en pro de volver a callar a sus detractores, esos que sin argumento sustentable se empeñan en desconocer el legado que viene dejando desde hace tiempo el astro del Real Madrid y la selección de Portugal.

Al margen de que el lusitano se encuentra cerca de comandar a su Madrid a convertirse en el primer equipo en repetir como campeón de la UEFA Champions League bajo el nuevo formato, y que la noche del miércoles alcanzó la cima vitalicia de tantos (367) en los cinco grandes torneos domésticos de Europa (España, Italia, Inglaterra, Alemania y Francia), su metamorfosis táctica ha sido notable, de la mano del entrenador francés del conjunto merengue, Zinedine Zidane.

Pues “Zizou” ha sacado lo mejor en una especie de segunda juventud del “7” blanco, quien ya no desequilibra a base de galopadas y cambio de ritmo por alguna de las dos bandas, pero conserva su potencia física en todo el frente de ataque, acompañado de una pegada insaciable, la misma que le ha permitido no solo aumentar su ventaja sobre Leo Messi al frente de la tabla histórica de goleadores en la máxima competición de clubes de Europa; también erigirse en el mayor artillero vitalicio de la Casa Blanca, superando, hace ya algunos meses a Alfredo Di Stéfano.

De ese modo, el Cristiano 2017 parece más un CR9 que su "marca registrada" CR7, no solo debido al demoledor olfato goleador, un argumento que ha ido pegado a su arsenal de recursos con los pies, y cabeza, desde aproximadamente la campaña 2008-2009, su última con el Manchester United, sino por los movimientos que luce en los últimos tiempos a la hora de referenciar a los marcadores centrales, aguantar el balón de espalda al arco y, desmarcarse.

Cierto que en el uno contra uno, el futbolista que levantó el trofeo de campeón en la Euro 2016 no regatea con su bicicleta como en antaño, ni deja sentado a los rivales en la frontal del área; sin embargo, sigue ganando en el anticipo tanto en la medialuna, igual que dentro del rectángulo frente al portero rival, aunado a lo más importante: conserva el instinto asesino en la definición, de la manera en que lo demostró en la serie de cuartos en Champions contra el poderoso Bayern de Múnich y el llamado mejor guardameta del mundo, Manuel Neuer, víctimas de cinco dianas del luso en dos partidos, incluyendo una prórroga, y ratificando la descomunal performance en la ida de semis ante el Atlético de Madrid, cuando el killer de Madeira se lució con otro hat-trick para encausar a la oncena merengue al partido cumbre por la "orejona", en Cardiff.

Tampoco debe pasar desapercibido su doblete contra el Sevilla de Sampaoli, el sábado anterior, que significó el triunfo en, quizás, la prueba de mayor peligro que le restaba al Real en la ruta a su primera Liga desde la 2011-2012.

Poco importa que sus todavía notables cifras de goleo en la presente Liga (23) y Champions (10) estén por debajo de la bestialidad acostumbrada, y que difícilmente llegue a las 40 dianas, tal y como había realizado en las estratosféricas seis temporadas anteriores; no obstante, gracias a la dosificación de minutos otorgada por Zidane y a la movilidad de los teóricos "9", Benzema y Morata, elementos ideales para funciones de complemento, Cristiano Ronaldo Dos Santos Aveiro, en su reinvención, se ha convertido en un ariete que lo tiene todo; es decir, en el delantero centro perfecto.