Una remontada épica

El partido se le complicó al Madrid en apenas 6 minutos, entre el 50 y el 56, cuando recibió sendos goles de Manu Trigueros y Bakambu. A partir de ahí comenzó la remontada. Un disparo de Cristiano Ronaldo al palo izquierdo de Andrés Fernández adelantaba lo que ocurriría después. Un centro formidable de Carvajal le puso el balón perfecto a Bale para rematar a placer. En el minuto 70, una mano de Bruno dentro del área propició el penalti que convertiría con firmeza Cristiano Ronaldo. Ya en el 83, Morata remataba de cabeza el que sería el gol de la victoria.

3 puntos para el Madrid y una sensación de poder que vale incluso más.

Más que un cántico

El famoso grito de apoyo que da título a este artículo se está convirtiendo en una máxima en el equipo, que ya en innumerables ocasiones ha conseguido dar la vuelta a un marcador adverso tirando de garra y de fe. Es la esencia de un Real Madrid que se sabe y se cree ganador desde que sale al campo.

Lo que se vio el miércoles en Valencia no fue ni mucho menos una buena actuación de los jugadores, ni un planteamiento adecuado. La falta de concentración en los primeros 10 minutos decantó la balanza para el equipo ché. Pero lo que no se le puede recriminar a este Madrid es que deje de intentarlo. Nunca se rinde, y no solamente porque sea un club luchador, sino también porque es un club ganador.

Parece una obviedad, pero no lo es. En el ADN madridista está escrito que no hay otra que la victoria, siempre. En cada partido, en cada competición. Todo el mundo recuerda grandes derrotas y malos partidos del Madrid, por supuesto ningún equipo es perfecto. Pero el club, desde los jugadores, hasta los entrenadores, pasando por la afición, la directiva...

Resumiendo, todo aquel que forma parte del Real Madrid sabe que es ganar o ganar.

Esto ha traído cosas malas a veces, como una paciencia que se agota muy rápido por parte de la directiva (aún nadie entiende la destitución de Ancelotti en 2015), una memoria muy frágil por parte de los aficionados (algunos son capaces de pitar a Modrić cuando no tiene su día), e incluso una banalización del esfuerzo y de lo que supone ganar siempre (o casi siempre).

Pero también supone algo que le da a este equipo una ventaja sobre cualquier otro. Cuando la victoria es la única posibilidad, se busca de cualquier forma. Eso implica que en el minuto 93, cuando cualquiera se habría rendido, Ramos se desmarque y empate la Final de la Champions. Implica que si queda un resquicio, una pequeña oportunidad de enmendar los errores cometidos a lo largo del partido, se va a aprovechar, o al menos, se va a dar todo para aprovecharla.

Y eso es lo que, en los últimos años, pero especialmente en esta temporada, está dando tantos frutos, y sobre todo tantos puntos al Real Madrid. Esta noche significa algo tan simbólico a la par que tranquilizador como dormir líderes. El que la sigue, la consigue.