Son años convulsos en la política con la llegada de Donald Trump al poder. Sus medidas migratorias pueden amenazar al desarrollo del deporte y acabar por tanto con los valores esenciales de cualquier juego y de la democracia. Que el deporte sirve como ejemplo de valentía ante las atrocidades de los dirigentes es algo que hemos visto desde hace décadas. Uno de los ejemplos más auténticos sucedió en los años treinta en medio del auge del nazismo y mucho antes de que se descubriera todo el horror que generó ese dramático período.

El Aston Villa, uno de los campeones de Europa de Inglaterra, ostenta el record del mayor número de goles anotados en una temporada con 128 en la campaña 30-31.

Por tanto, se trata de un equipo de raza, pero al que la prensa suele ningunear inexplicablemente y ahora más si cabe cuando está en la segunda categoría del Fútbol inglés. Sin embargo, es una escuadra respetada en toda Inglaterra debido sobre todo al comportamiento de sus jugadores en el año 1938. El 14 de mayo de ese año la selección inglesa se enfrentaba a un combinado alemán y ambas selecciones salieron al campo e hicieron el saludo nazi. Los ingleses, en un principio se negaron a hacerlo, pero una orden del Gobierno británico, instados por el alemán, les obligó a ello.

Al día siguiente los villanos comenzaban un tour por Alemania y jugaban contra tres combinados alemanes. En el primer partido, el Ministerio de Asuntos Exteriores británico pidió encarecidamente a Jimmy Hogan, técnico del Aston Villa, que sus chicos hicieran el saludo sin pensar si era un acto inmoral o no.

Lo debían hacer y punto. Sin embargo, cuando sonó el himno alemán los ingleses se quedaron impertérritamente quietos. No hicieron ni el amago de saludar a Hitler, como ya hicieron años atrás los jugadores del Manchester City.

En el segundo partido, en Dusseldorf, los villanos tuvieron que hacer frente a otra selección de los mejores jugadores de la tierra, todavía mejor que el anterior.

Como no podía ser de otra manera había expectación por si el Aston Villa se iba a dignar a saludar a Hitler o no. El gobierno alemán había presionado mucho al gobierno inglés, y éste se había encargado de concienciar de que los jugadores lo cumplieran, ya no con Hitler, sino por Gran Bretaña. Contra su voluntad, los villanos saludaron mientras sonaba el himno.

El nazismo había triunfado una vez más y por partida doble, pues el Aston Villa perdió 2-1.

El tercer y último partido se iba a jugar en Stuttgart contra la selección local definitiva. El nivel de los equipos propuestos por Alemania aumentaba a cada partido. Una vez hecho ya no importaba hacerlo más veces. De modo que el Aston Villa volvió a saludar a la multitud una vez más. La gira del Aston Villa acababa pero los jugadores se sentían realmente mal por mostrar pleitesía al nazismo. Por este motivo, al finalizar el partido, todos los jugadores se fueron al centro del campo con un objetivo: limpiar sus conciencias. Fue entonces cuando en lugar de realizar el saludo nazi los jugadores extendieron el brazo pero mostrando dos dedos solamente, haciendo la horquilla (el equivalente anglosajón a la peineta) lo que produjo un enorme malestar en las autoridades alemanas. Los jugadores del Villa regresaron como héroes a casa. Ese es un acto que no se ha olvidado aún en Reino Unido y que con el paso del tiempo tiene aún mas trascendencia.