Mucho se ha hablado del mundo romano.

Lo que sí es cierto es que tenemos mucho más en común de lo que nos pensamos. Como yo siempre digo en mis clases, es que les debemos mucho más de lo que creemos a nuestros antepasados romanos.

Nuestras viviendas actuales tienen su origen en estas viviendas romanas que les vamos a presentar a continuación. Y estas casas romanas tienen a su vez su origen primitivo en las antiguas casas o cabañas de origen etrusco del mundo rural (casae o tuguria). Eran casas de planta circular, según el terreno, cubiertas por una techumbre cúbica de cañas y materiales vegetales.

Ésta sería la típica casa guardiana de los terrenos y campos cultivados, tan común época micénica.

Ahora bien, la vivienda o domus romana estaría más relacionada con el otro origen: el etrusco. La vivienda de índole etrusco ya de planta rectangular, presentaba -igual que la anterior micénica- una abertura en el techo de formato rectangular para permitir la salida de humos (a modo de chimenea) como la iluminación del sol y el agua de lluvia. Era el denominado compluvium e impluvium, en el que alrededor del mismo se situaba el atrio y se hacía vida allí.

Los romanos se distribuían en diferentes viviendas

En época romana había tres tipos bien característicos de casa romana:

  • Las Insulae. Éstas eran las casas -de alquiler o en propiedad- en las que vivían los ciudadanos romanos de más baja clase social. Por ello, sus materiales de construcción eran los más pobres y en muchas ocasiones no se han llegado a conservar en el tiempo. No quedando restos en Mérida, aunque sí podemos apreciar cómo eran estas insulae en el puerto de Ostia Antica en Roma.
  • Las Domus. El resto grueso de la población vivían en esta tipología de casas. No todas eran de una misma altura, sino que tenemos constancia que podrían haber llegado a más alturas. Aunque normalmente constaban de un solo piso. Dependiendo del nivel adquisitivo del propietario, las dimensiones de la domus variaban considerablemente. Conservamos ejemplos de estas domus en Pompeya y Herculano; y en territorio español, en Mérida, se nos ha conservado la denominada Casa del Anfiteatro, la Casa-basílica junto al teatro romano, la Casa del Mitreo y la Casa de los Mármoles en la zona de la Morería.
  • Las Villae. Esta tipología eran las casas de campo en zonas rústicas (villae rusticae), dedicadas a granero, bodega o granja de animales. Lo que sería un cortijo en nuestro vocabulario actual. Luego ya estarían las denominadas villae urbanae, que eran las que estaban dedicadas al disfrute del propietario y de su familia. Éstas últimas serían equivalents a nuestras actuales denominadas "segunda residencia".

La domus romana

A continuación les vamos a presentar a fondo todas las estancias que conformaban esta tipología de la vivienda más utilizada en época romana: la ya mencionada domus.

Como ya se ha mencionado anteriormente, la domus por lo general tenía una sola planta, aunque tenemos constancia que llegaron a tener varias plantas. Como todo, dependía del nivel adquisitivo y el status del pater familias.

Eran unas casas elegantes, amplias, cómodas, bien ventiladas y luminosas. a continuación les mencionamos las principales estancias de la casa romana.

En la mayoría de ellas su propio nombre nos indica su función:

  • Vestíbulo (vestibulum)
  • Atrio (Atrium). Flanqueando el atrio estaban los alae.
  • Porche (tablinum).
  • Peristilo
  • Jardín tras el peristilo (horti)
  • Habitaciones de descanso (cubicula aut conclavia).
  • Habitación privada (oecus). Estancia, de uso privado, que sirve de comedor algo más lujoso que el denominado triclinium.
  • Triclinium (triclinia en singular).
  • Biblioteca bien orientada para aprovechar bien la iluminación y las primeras horas del sol por la mañana para su eficacia.
  • Cocina (culina).
  • Baño (balnea o lavatrina). Aparte de los baños públicos (letrinas) que se situarían en el foro; las domus o casas privadas tenían también sus baños privados para el aseo personal.
  • Despensa o almacén de provisiones de alimentos (cella penuaria).

La policromía

Como cualquier obra de Arte de la antigüedad, pues no se consideraba como acabada hasta que cumplía con el requisito de su policromía final, las domus romanas estarían todas policromadas.

El mobiliario romano

Si algo caracteriza a las viviendas y al sentido de vida del romano en general es su simplicidad y sobre todo, practicidad. Los ciudadanos romanos en sus casas eran muy prácticos.

Sus casas al exterior contaban así mismo de toldos (uela cilicia). Lo que recibía el nombre de instrumenta, y era todo aquello destinado a conservar la casa: contando además de los toldos y cortinas, las reservas de vigas, tejas, escaleras, mangueras para el riego... etc.

Junto a estos instrumenta estaban también los supellex, que era todo ese mobiliario del interior de la vivienda destinado a ornamentarla: tales como cuadros, estatuas, doseletes, cortinajes, alfombras, adornos de columnas, láminas de talco y yeso para proteger las ventanas del viento y filtrar la luz (lapis specularis).

Y es que, los romanos, ya inventaron las dobles ventanas para proteger y salvaguardar el calor del interior.

Estas domus contaban en su interior por lo general de un mínimo ajuar. Los armarios que conocemos en la actualidad, ya los tenían nuestros antepasados los romanos. Solo que sin nuestras perchas actuales. Ellos organizaban sus enseres, ropas y calzado en baldas dentro de sus armaria (muy similar a nuestros armarios de pie actuales) y los arcae (armarios tipo arcón). A continuación, les señalamos el diverso mobiliario que utilizaba en su día a día un ciudadano romano en su domus:

El lecti. Era nuestro actual escritorio. Al romano le servía para sentarse a trabajar y, como bien su nombre indica, para leer las cartas, libros...

etc.

El cubicularis. Era el lecho sobre el que dormían y descansaban. Solía tener cuatro o seis patas. Los más lujosos tenían cabecero o respaldo (fulcrum). A diferenciar esta con el famoso diván (lucubratorius) que utilizaban para comer mientras charlaban. Los triclinares eran más bajos que el cubicularis, que las camas normales, y algo más lujosos que aquéllas. Solían estar realizados de mampostería, un material mucho más barato.

En cualquier caso, el ciudadano romano de a pie dormía en modestas camas y comía en sobrios taburetes o incluso en el mismo suelo.

Vajilla para comer (mensae apparatus). Los romanos sentían una gran predilección por la vajilla fina. Las más exóticas estarían realizadas en ágata, ónice o sardónica; aunque también las hubo de cristal, probablemente éstas fueron las más comunes.

En el Museo de Arte Romano de Mérida se pueden contemplar. Estas vajillas eran albergadas en un armario denominado mensae, el cual se situaba por lo general en el atrio de la casa y servía para tanto para guardar estas vajillas como hacer ostentación y mostrarlas a modo de vitrina.

Dentro del mobiliario de la casa también se contaba con sillas (sedes o sedilia), de las que se distinguen el taburete (scamnum o subsellum). Muy similares a los nuestros actuales.

También las mesas, que había distinción entre las de un solo pie (monopodia), introducidas en Roma tras la conquista asiática y fueron altamente valoradas, realizadas de madera de acebo procedente de Mauritania; las mesas de tres pies, denominadas tripes o comúnmente Delphica (en alusión al trípode de Delfos.

Siendo las de cuatro patas las más abundantes.

El alumbrado romano

Otro tema importante es la cuestión de cómo se alumbraban romanos. Pues bien, se preguntarán con qué se alumbraría un ciudadano romano en su casa, con ¿velas? ¿antorchas? ¿lucernas?

El alumbrado lo lograron por medio de antorchas (taeda, faces), candelabros (candelae) y lámparas de aceite (lucernae).

Las antorchas fueron el sistema más utilizado. Eran sacadas de madera resinosa. Por su parte, las candelas (candelae), también de uso muy antiguo, funcionaban envolviendo en capas de cera o sebo un papel vegetal (ya se tratara de papiro, esparto, cáñamo, cuerda con pez, o bien cera) retorcido en ellas para formar un material grueso con resistencia (funalia o funales cerei o cerei).

Pero con la generalización del aceite, las lámparas de aceite (lucernae) resultaron ser las más cómodas y comunes maneras de alumbrarse en casa. No sólo se utilizaban en el ambiente doméstico sino también en fiestas y ritos de todo tipo. Las lucernas eran un recipiente oblongo y aplastado, provistos de un asa por la parte posterior y de un pico o más (rostrum, myxus) en la anterior por donde sale el pabilo (ellychnium). En el centro tiene un agujero por donde se mete el aceite y la mecha de estopa, cáñamo o papiro.

Los candelabros eran los objetos fijos que sujetaban estas lucernas y candelae. Los primeros fueron de lo más sobrios pero con el tiempo fueron albergando más elementos decorativos, convirtiéndose casi en un objeto de coleccionista por sus raras y exóticas decoraciones.

Con todo lo expuesto, solo me queda plantearles la pregunta del título: ¿os identificáis? Tampoco hemos cambiado ¿verdad? De hecho, como han podido apreciar, muchos de nuestros objetos actuales provienen del mundo romano.