El 12 de septiembre de 1897 nacía en París Irène Joilot-Curie.

¿Joilot-Curie? ¿Tiene alguna relación con el famoso matrimonio Curie? Pues sí, Irène era nada menos que una de las hijas de la Premio Nobel de Física (1903) y de Química (1911), Marie Salomea Skłodowska-Curie y Pierre Curie, Premio Nobel de Física (1903).

Y como estela luminosa Irène continuó por el mismo sendero que sus padres transitaron, a todos los efectos, para lo bueno, pero también para lo malo.

¿Mismo gusto o cuestión de genética?

Como un calco de sus progenitores Irène decide estudiar física y química, graduándose con éxito por la Universidad de París.

Inmersa Europa en la Primera Guerra Mundial, Irène trabaja como asistenta en el departamento de radiografía, cambiando de un hospital a otro, según la necesidad que el momento exigía. Al finalizar la contienda la joven entra a trabajar al instituto del Radio de París, a las órdenes de nada menos que de su propia madre. Años más tarde, ese mismo instituto donde ambas trabajaron codo con codo, pasaría a llamarse Instituto Curie.

Amor entre tubos de ensayo y gradillas

Fue en un laboratorio donde conoció la chica al amor de su vida. Se trataba del asistente personal de su madre, Frédéric Joilot, licenciado en física que entró a trabajar para Marie Curie en 1925. Debió ser todo un flechazo para ambos porque en solo un año la pareja decidió casarse.

De la unión de Frédéric e Irène nacerían dos hijos, Helena y Pierre, la chica llegaría a ser profesora de física nuclear y Pierre se convertiría en biólogo, bioquímico y profesor, nada de extrañar por otro lado teniendo en cuenta quienes fueron sus antecesores.

Lucha feminista

Un año después del fallecimiento de su madre en 1934 a causa de leucemia (enfermedad habitual de la época para aquellos que trabajaban sin la debida protección frente a la radioactividad), Irène fue nombrada directora de la Fundación Nacional de Ciencias.

Hasta tres veces se postuló para entrar en la Academia de ciencias de Francia, no porque le hiciera verdadera ilusión, sino por hacer valer sus derechos, años en los que la mujer aún no tenía derecho al voto.

De hecho, sus ideas utópicas y feministas fueron las que le llevaron a actuar así, sobre todo tras la durísima campaña que se hizo contra su madre para entrar a la Academia (por ser mujer y polaca) que a Marie tanto afectó y por lo que no volvió a postularse.

Decidida y rebelde

Tras haber conseguido el cargo por el que tanto luchó (puesto, por cierto, al que su marido tuvo acceso sin ninguna dificultad), Irène no tardó más de tres meses en abandonarlo. Según el testimonio de su hija Hélène no iba con su personalidad, ya que no era su mayor virtud la paciencia y en cuanto la perdía, se levantaba de la reunión y se iba sin dar más explicaciones. Carácter heredado de su padre Pierre, hombre soñador y de ideas claras, impaciente y categórico.

Trabajo en común

El matrimonio Joilot-Curie se dedicó a investigar en el campo de la física nuclear. Ambos trabajaron concienzudamente sobre la estructura del átomo, en especial sobre el núcleo. Investigación imprescindible para lo que en 1932 se dio a conocer como el neutrón.

Dos años más tarde el matrimonio consiguió elaborar elementos radioactivos, con la consecuencia de que en 1935 ambos compartieron el Premio Nobel de Química. Al año siguiente Irène obtuvo el puesto de subsecretaria en investigación científica, pero debido a su simpatía hacia el Partido Comunista Francés, en 1951 la científica fue excluida de la Comisión Francesa de Energía Atómica.

Muerte y legado

En 1956, Irène Joilot-Curie moría a la edad de 59 años. ¿Las causas? La misma enfermedad que se llevó a su madre y que ella también padeció por estar expuesta a tanta radiación en el transcurso de su trabajo. El marido dos años más tarde, moriría de una enfermedad hepática. Ambos dedicaron su tiempo y trabajo en averiguar cuáles eran los requisitos necesarios para la correcta construcción de un reactor nuclear y fue tal la unión entre ellos que no pueden separarse los logros conseguidos pues fue un pleno trabajo en equipo.

Irène demostró una vez más, cómo la mujer es tan capaz de lograr lo que cualquier hombre con la misma educación. Tesis feminista que abanderaba, a la par que se sentía comunista y que afirmaba convencida que las experiencias más felices de su vida no fueron en absoluto las profesionales.