Tras la Segunda Guerra Mundial, el ser humano había visto lo peor de sí mismo. Y lo mejor de sí mismo. La ciencia y la tecnología avanzaban de manera exponencial, pero no siempre en pos de una mejor humanidad, sino a favor del odio y la barbarie.

Por este motivo, en 1953 el presidente de los Estados Unidos de América, Dwight David Eisenhower, pronunció un discurso ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, en el que exhortaba a las naciones a usar de forma pacífica la ciencia nuclear, y así aplacar el terror nuclear que se cernía sobre la población.

Ese discurso se tituló Átomos por la Paz.

Quizá no sirvió para mucho. Ni a corto ni a largo plazo. Las potencias mundiales luchan por ver quién tiene el misil más grande o el arma más nuclear. Sin embargo, los científicos aprendieron desde entonces que no solo tenían un poder, sino una responsabilidad; transmitir la cultura científica, y la cultura de la concordia, el diálogo y la paz.

La ciencia y su compromiso con la concordia

Muestra de ello son los hechos sucedidos a partir de dicha fecha. En 1955 la comunidad científica expresa su rechazo a la guerra: se redacta el Manifiesto Russell-Einstein, firmado por destacados científicos para alertar del peligro del aumento de armas nucleares y solicitaban a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos.

Linus Pauling recibió en 1962 el premio Nobel de la paz (ya tenía un Nobel en química) por sus esfuerzos en la prohibición y persecución internacional de las pruebas nucleares. Su frase más celebre resume muy bien el pensamiento de éstos científicos: la única política sensata para el mundo es la de eliminar la guerra.

Más adelante, Federico Mayor Zaragoza, que estuvo al frente de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) entre 1987 y 1999, convirtió la institución en un baluarte de la paz y la concordia, fomentando proyectos en todo el mundo orientados a este fin.

La UNESCO y la Universidad Hebrea de Jerusalén forman microbiólogos con una impronta ética para no usar su conocimiento en la creación de armas biológicas. En 2003 se concedió el Nobel de la Paz a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAC), que buscó y eliminó arsenales en Siria. Y cómo estos ejemplos, miles de científicos a lo largo y ancho del mundo incentivan la armonía a través de la ciencia.

Ábrete Sésamo: las puertas del futuro

Recientemente, ha abierto sus puertas SESAME, luz de sincrotrón para ciencia experimental y aplicaciones en Medio Oriente, por sus siglas en inglés. Este proyecto, fraguado en la última década, unirá a científicos de países que en ocasiones, ni se reconocen diplomáticamente. En un territorio que además está circundado por la guerra. Será curioso ver a turcos trabajar con chipriotras, o a iraníes y palestinos con israelíes. Ésta idea de construir semejante instalación en una zona de conflicto surge del lema de la UNESCO: ciencia para la paz.

El sincrotón, que se sitúa cerca de Amman, capital jordana, no sólo tiene una misión científica, sino política: usar el lenguaje científico para mejorar el diálogo, romper fronteras, reducir prejuicios y acercar culturas.

Además, tendrá un gran compromiso con el medio ambiente, ya que a largo plazo será el primer acelerador de partículas eco-fiendly. Se intentará que funcione totalmente con energía solar construyendo una planta en las cercanías, y muchos de sus proyectos estarán relacionados con la fitoremediación y la contaminación medioambiental.

El acelerador de partículas, impulsado por Mayor Zaragoza y el pakistaní Abdous Salam, también desarrollará actividades de investigación que ayudarán en campos como la historia, el arte y la arqueología. Pero tiene prohibidas las actividades científicas con fines militares, y los resultados de sus actividades experimentales y teóricas siempre serán publicados.

Chipre, Egipto, Irán, Israel, Jordania, Pakistán, Palestina y Turquía integran la lista de países auspiciados en este proyecto, en el cuál se han involucrado muchos países de occidente, tales como EEUU, Alemania, Reino Unido, España o Italia.

Ha salvado obstáculos económicos, sociales, políticos e incluso un atentado que acabó con la muerte de dos físicos iraníes implicados en el proyecto.

Las implicaciones políticas de la ciencia cada vez son más palpables, y siempre intentando avanzar en el camino de la paz y la comunicación entre contrarios. Todos los científicos implicados tienen la intención de que sirva para dar esperanza a las nuevas generaciones. Que lo que la ciencia una, no lo separe el hombre.