En un presente controlado por la tecnología, son múltiples las incógnitas que se plantean en un campo que avanza a pasos agigantados. La robótica forma parte de nuestro día a día, haciéndonos las cosas más fáciles y contribuyendo a elevar la calidad de vida. Pero por el mismo precio, el ser humano se encuentra en el trayecto hacia el futuro con dilemas centrados en encajar el universo de la vida robótica con la empleabilidad o la ética, entre otros.

Raymond Kurzweil, científico e inventor norteamericano, decía que la inteligencia humana se basa en un sistema de información y análisis que se puede reproducir.

El polémico tecnólogo, más conocido como "el futurólogo de Google", es uno de los principales valedores de la unificación entre robótica y vida humana. Kurzweil ha llegado a realizar numerosas predicciones en torno al futuro y la confluencia de la tecnología en la rutina del ser humano. Ello le ha valido un sinfín de críticas desde la comunidad científica, pese a lo cual tiene una ferviente nube de seguidores que ven muy posibles sus pronósticos, basados en el crecimiento exponencial de campos como la cibernética, robótica o nanotecnología.

Cierto es que ha pasado un largo periodo de tiempo desde que John Von Neumann, nombre imprescindible para comprender lo que nos depara, creara los primeros ejemplos de autómatas autorreplicables.

El matemático de origen húngaro y afincado en Estados Unidos fue el visionario encargado de dar a luz el concepto "constructor universal". En resumidas cuentas, se trata de una máquina capaz de construir otras máquinas, un hito revolucionario teniendo en cuenta que Von Neumann tuvo a bien diseñarla en los años cuarenta. Avances que nos hacen intuir, siguiendo la línea de teorización de Kurzweil, que la interacción entre máquinas y humanos va a más.

Tanto es así que podemos asumir sin temor a equivocarnos que la inteligencia artificial será capaz de superarnos en pocas décadas en muchos aspectos de la vida.

Precedentes y futuro de la robótica

La robótica, por definición, tiene una premisa incuestionable: la sustitución de la mano de obra humana. Sabemos que el germen en el campo de la industria se encuentra en la Primera Revolución Industrial.

Actualmente, estamos inmersos en la Tercera Revolución Industrial, conocida como Revolución científico-técnica y que está caracterizada por la microelectrónica y los importantes avances centralizados en los sectores del I+D, hechos que permiten una mayor expansión de la industria y por ende una globalización más eficiente de la mercadotecnia.

La rapidez con la que todo avanza no deja tiempo a la asimilación, aceptando la introducción de la tecnología y la robótica en instituciones públicas, puestos de trabajo y hogares. La normalización es una realidad y es momento de mirar más allá , planteándose posibles escenarios en los que no todo pinta tan bien.

Lo que está por llegar, la llamada Cuarta Revolución Industrial, es de una complejidad absoluta.

La humanidad, en comparación con otros contextos históricos, nunca se ha enfrentado a un impacto semejante. Múltiples dudas se presentan en un nuevo paradigma en el que la tecnología y la humanidad serán uno. La ingeniería genética y la neurotecnología son los campos llamados a liderar el desarrollo que se producirá, en el cual surgen dilemas éticos relacionados directamente con la explosión de la robótica.

Por un lado, encontramos la barrera del sentido común en las IA (inteligencia artificial). Es necesario asegurar unos mínimos éticos en las máquinas, pero también incidir en la educación de las personas. Si la convivencia se traduce en rutinas cotidianas, el respeto debe ser obligación de ambas partes.

Isaac Asimov definió las leyes de la robótica: un robot no puede lastimar ni permitir que ningún ser humano sea lastimado; debe obedecer todas las órdenes del ser humano, excepto las que contradigan la primera ley; debe autoprotegerse mientras no entre en coflicto con la primera o segunda ley.

La moralidad humana y el uso de robots

Son muchos peros los que nacen al revisar los principios esgrimidos por Asimov. No queda reflejado ningún caso en el que los animales entren a escena, dejando un vacío de sobra interpretable. Tampoco queda resuelto cualquier abuso sufrido por un robot a manos de un humano. Queda en manos de la moralidad humana el trato digno a un nuevo tipo de vida que se prevé entrará de forma directa en las urbes más avanzadas e industrializadas.

El Empleo no escapa a la ecuación: según previsiones de expertos en todo el mundo, la nueva era de convergencia tecnológica traerá consigo la alarmante cifra de cinco millones de trabajadores y trabajdoras que perderán sus puestos. Un dato preocupante que no se suaviza ni sabiendo que la situación, pese a todo, generará altos índices de riqueza mundial. Una referencia que sería interesante si no conllevara una situación de desigualdad mayor a la actual, puesto que sólo los países más potentes industrialmente gozarían de la tecnología capaz de producir tales ingresos y por tanto lucrarse, acentuando la desigualdad con el resto del mundo.

Teniendo en cuenta tales datos, salta a la vista que estamos ante un futuro prometedor y peligroso a la vez.

Con visos a un nuevo mundo en el que la robótica nos procure avances en sanidad y bienestar, nos chocamos de frente ante el problema del llamado darwinismo tecnológico: la necesidad de adaptación a un entorno en el que no sobrevivirán aquellos que no puedan realizar dicha transformación.

La esperanza está de nuestro lado, puesto que la comunidad científica rema a favor de la mejora universal afrontando el tema con la premisa del tratamiento ético por encima de todo. La próxima era cuenta con equipos de trabajo formados por científicos, filósofos y expertos sociales que bregan por dotar de sentido común a las máquinas, de crear campañas educativas apropiadas para formar a las personas en los futuros escenarios de convivencia y por que nadie quede rezagado de cara a la edad de la Industria 4.0.