A lo largo de la evolución los seres vivos han desarrollado apéndices cada vez más competentes con la finalidad de sobrevivir.

Es el caso de las diferentes estructuras que los vertebrados han ido generando para proteger la piel y así reducir posibles riesgos de infecciones y lesiones sufridas como consecuencia de vivir en medios hostiles y agresivos. O incluso reducir las nefastas consecuencias sufridas por el ataque de un depredador.

Esto ha sido el resultado de millones de años de evolución. Pensemos por un momento en un pelo, en una pluma y en una escama.

¿Qué semejanzas externas encontramos entre las tres? Difícil encontrar alguna, ¿no?

La evolución biológica sigue generando perplejidad. De hecho, durante mucho tiempo pelos, plumas y escamas partían de seres diferentes. Se ha visto que esto no es así.

Los científicos nos lo explican

Biólogos evolutivos de la Universidad de Ginebra y del Instituto de Suizo de Bioinformática han logrado llegar al origen de estas estructuras, tal y como explicaron en la revista Science Advances.

Y, han encontrado que, en el desarrollo embrionario de los tres tipos de apéndices, existen pequeños rasgos moleculares y microanatómicos similares. Algo que originó una enorme expectación, ¿por qué? Para explicarlo retrocedamos un poco en el tiempo.

La formación tanto de pelos como de plumas se inicia gracias a una estructura primaria, denominada placoda. Un término que hace referencia a un engrosamiento que sufre la epidermis y a partir del cual se desarrollará una estructura determinada, en este caso, los pelos y las plumas.

Realmente algo asombroso. Ya que los estudios existentes mostraban que tanto mamíferos como aves evolucionaron de forma diferente.

Pero, ¿y las escamas? Se creía que su evolución no era a partir de una placoda como la que explicamos anteriormente para mamíferos y aves. Entonces, ¿cómo se explica que los tres tipos de estructuras presenten un antepasado común? Los estudios actuales han resuelto el enigma.

Enigma resuelto

Dichas investigaciones parecen indicar que la idea preconcebida era errónea.

Y es que las escamas sí que proceden de placodas. Pero, concretamente de una que presentaba todas las características anatómicas y moleculares de las placodas a partir de las cuales surgieron los pelos de mamíferos y las plumas de las aves.

Lo que finalmente, viene a indicar que estos tres tipos de apéndices son estructuras con origen semejante (homólogas). Con esta nueva aportación a la evolución parece haberse puesto fin a un gran debate en el que existían dos tendencias.

Por un lado, los defensores de la existencia de firmas moleculares como responsables del origen evolutivo de los apéndices epidérmicos. Por otro, los que proponían que se emplean los mismos genes para el desarrollo de estos apéndices.